Carta con respuesta

Cena de idiotas

Estimado Sr. Reig: escribe usted preguntándose si nos han tomado por idiotas. Evidentemente. ¿O es qué hemos dado algún motivo para que no nos tomen como tales? ¿Por qué iban a pensar otra cosa Botín o Zapatero? Si cuando se habla del PSOE se sigue diciendo que es un partido de izquierdas, ¿cómo no va a pensar Solbes que somos idiotas? Si el incremento en el gasto dedicado a la Enseñanza pública en la Comunidad de Madrid apenas llega a un mísero 2%, mientras que el dedicado a la Enseñanza concertada se dispara, ¿por qué no va a pensar Aguirre que somos idiotas? Si el Sr. Lara ve la primera página del periódico que compramos dedicada al último libro de Ruiz Zafón, ¿por qué no nos va a tomar por idiotas? ¿O es que hay diferencia entre ser idiota y hacer el idiota?

MARTÍN LÓPEZ NAVIA LUGO

Creo que ninguna: uno es, por dentro, lo que hace por fuera. Esto es método científico: a partir de la observación de la realidad se formula una hipótesis (estos tíos son idiotas) y se diseñan experimentos para probarla: si fueran idiotas, podríamos ganar el referéndum de la OTAN; pensarían que el PSOE es de izquierdas; se creerían que laicismo es que, en lugar de una sola religión estatal, haya más todavía; se convencerían de que el Ejército es una fuerza de paz; aceptarían que la solidaridad es quitarles aún más derechos a los inmigrantes; o incluso aplaudirían que Jesús Caldera se constituya en think-tank (algo así como tanque o bidón de ocurrencias, ese botijo de pensar puesto a la sombra). A estas alturas, claro, nuestra idiotez ya se ha consolidado como tesis científica y pocas opciones caben: la pedagogía zapateriana (abrirles los ojos a los pobres idiotas) o la condescendencia del PP (consolar a los idiotas diciéndoles que son grandiosos, una gran patria, de las mejores del mundo, etc.)

Y nosotros, ¿qué hacemos? La opción A es no dejarse avasallar: no somos vasallos. Antes se usaba la expresión "hacer de menos": que no te hagan de menos, hijo, recomendaban los padres, no te dejes tratar como un subalterno. Para que no nos hagan de menos, habría que decir que no. La opción B es convertir la idiotez en astucia pueblerina: dame pan y llámame tonto. A mí me parece que hemos pedido a gritos la opción B: dame un AVE, baja las hipotecas, dame 400 euros, ayudas para la vivienda, etc.

Así que, cada cuatro años, nos invitan a La cena de los idiotas, para reírse de nosotros sin que nos demos cuenta. Y acudimos, como idiotas que se creen muy listos. ¿Hay esperanza, como en la película, de que nuestra propia idiotez ponga al descubierto la suya y le dé la vuelta a la situación? Sinceramente, yo creo que no: lo mejor sería no ir, decir no (la opción A). ¿Cómo lo ve usted?

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