Ruido de fondo

Assange de los Bosques

Los políticos son empleados a nuestro servicio, señores contratados para que se ocupen de asuntos enojosos, o para que solucionan problemas que nos atañen, pero que nos aburren o que no estamos capacitados para entender. Son nuestros ayudantes, oficinistas que manejan una información que no les pertenece a ellos más que a nosotros. Como la tinta de las impresoras que utilizan o la gasolina de los coches oficiales en los que se transportan. Olvidamos a menudo esta obviedad, y de este olvido nacen la creciente desconexión entre nosotros, los administrados, y nuestros administradores, y la peligrosa autonomía de estos últimos.

Vale que la secretaria de Estado estadounidense, Clinton, que ha sido pillada con las manos en la masa de la incompetencia, acuse de terrorista y ladrón a nuestro Assange de los Bosques. Pero que sean periodistas —y en algunos casos españoles— quienes se muestren contrariados por la divulgación de los famosos papeles es el colmo del disparate. O de la envidia por no haber sido elegidos —ellos o los medios en los que trabajan— para difundir la buena nueva.

Por su parte, los periódicos que se han beneficiado de la filtración y que durante estos días están viendo algo más saneada su cuenta de resultados tienen ahora, con la detención de Assange, una oportunidad preciosa para corroborar su compromiso con la libertad de prensa y la transparencia informativa. Para demostrar que en la publicación de los papeles no solo ha pesado el dinero que están ganando, los medios elegidos por Wikileak bien podrían pagar la defensa del activista preso y llamar a la movilización social.

Por cierto, ¿para cuándo —como pregunta Nacho Escolar— camisetas y pósters con el rostro sombreado de este nuevo Che Guevara?

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