Todo es posible

Protestas no violentas

Con motivo de la cumbre del G-20 se han convocado manifestaciones anticapitalistas con una consigna inquietante: asaltar los bancos. Esta semana se han producido dos precedentes peligrosos: el ataque a la mansión de Fred Goodwin, el banquero que hundió el Royal Bank y se niega a devolver su pensión millonaria, y el secuestro del responsable de la empresa 3M por parte de los trabajadores, que exigen mejorar las condiciones de los despedidos.

¿Qué hacer cuando sentimos vulnerados nuestros derechos? O se ofrece alguna resistencia o nos limitamos a pasar por el aro mansamente. Los viejos métodos de protesta están sometidos a medidas legales tan rigurosas que se han vuelto inofensivos. Una manifestación autorizada o una huelga sin piquetes se queda en una ineficaz queja testimonial. Si carecen de permiso legal y se le añaden provocadores infiltrados, la cosa se pone mucho peor, porque acaban con una drástica represión, como se ha visto en Barcelona.

No se ha encontrado un método pacífico y rotundo a la hora de expresar el malestar social: caceroladas, apagones, boicot de los consumidores... Lo más innovador sucedió en París durante la crisis anterior, cuando grupos de desempleados ocuparon pacíficamente las oficinas de empleo, paralizaron el tráfico ferroviario, liberaron las autovías de peaje, se colaron en los hoteles y restaurantes de lujo. Exigían transporte gratis, descuento en el alquiler de vivienda y otras medidas para atenuar su desamparo social. Dudo que se deba seguir el ejemplo, pero el carácter insumiso de los franceses es meritorio y alentador.

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