Detrás de la función

En el lado oscuro de la globalización

Desde hace ya muchos meses, Grecia se ha convertido en el escenario de un drama de alcance mundial. El hecho de que sus préstamos a un año hayan alcanzado un tipo de interés del 90% es un indicador de que al país se le ha negado totalmente el crédito.

Sorprendidos constantemente por situaciones que jamás podían haberse imaginado, los dirigentes europeos exigen a los griegos medidas de "ahorro" que, paradójicamente, reducen la posibilidad de que este país pueda devolver todo el dinero que debe: es imposible que una nación que está sufriendo una depresión inducida genere una mínima riqueza para salir de esa situación.

Las "facilidades de crédito" puestas al servicio de Atenas persiguen sobre todo proteger a sus acreedores: los fondos públicos comunitarios avalan, de alguna manera, a los "bonos basura" griegos, tratando de ofrecer una cierta imagen de respaldo. Pero Grecia es una pieza demasiado deliciosa como para dejar de apostar contra ella: un país que planea reducir el sueldo de los funcionarios en un 40% viaja a toda velocidad hacia el Tercer Mundo. ¿Cuánto tiempo seguirá en nuestro club de ricos?

Pero no se trata solo de una tragedia nacional. Francia debate sobre la posible nacionalización de tres de sus mayores bancos, contaminados con activos griegos. Algo parecido podría suceder en Alemania. Para colmo, la mayoría de los inversores, sobre todo los estadounidenses, suscribieron seguros contra impago (CDS) después de adquirir bonos de Grecia. Llegó un momento en que los CDS se adquirían sin ni siquiera tener deuda pública helena. Una quiebra u otra situación de derrumbe en las finanzas de este país promovería millonarias transacciones entre los aseguradores y los asegurados. El alcance posible es además desconocido, ya que a los más ricos les suele gustar trabajar con cierta opacidad.

En momentos como estos nos topamos con el lado oscuro de la globalización: la extensión de una red de finanzas que creó una sensación de riqueza artificial y para la que colaboró la revolución de las comunicaciones. El nuevo mundo feliz virtual creado por la tecnología digital y el crédito barato era tan goloso como vulnerable. El problema es que somos todos avalistas de esta gran apuesta que desde hace años se derrumba. Por eso el resultado es el probable empobrecimiento de las clases menos favorecidas. Cada vez queda más claro que habría que formatear...

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