Cantando cisnemente

La biblioteca de Pepe Carvalho

Como en España no se lee, don Mariano se ha cargado la dirección general del Libro. Estupendo. Era como un ministerio del girasol en Islandia. La gota que colmó el vaso fue Lucía Etxebarría dejando de escribir por culpa de Sparrow. Un golpe tan duro para la literatura española como sería para la inglesa que Julieta se tirase a Mercucio.
Un país en el que los alumnos escupen al maestro, los hijos asesinan a su madre con katana, y una de las diversiones más extendidas entre la juventud es incinerar mendigos vivos en los cajeros, no necesita una dirección general del Libro. Es un dispendio, Rottenmaier.

Este delicado gobierno sabe que la mejor manera de defender la cultura y la lengua españolas es gritando juntos "Pujol, enano, habla castellano". Si no echan fútbol y don Mariano me está leyendo, propongo un segundo paso en defensa del español (el idioma, presidente, no el equipo): prohibir los besos con lengua, por semánticos.
A mí los libros solo me han aportado un ir y venir de tonterías, un par de polvos fugaces y este envejecer más pobre de lo que nací. Si en mis tiempos no hubiera existido dirección general del Libro, hoy yo estaría escribiendo para Intereconomía, que por lo menos pagan.
Recortar en sanidad, educación y cultura es ir por el buen camino. La sanidad pública incita a enfermar gratis de cáncer. La educación nos impide ser Paco el Pocero. Y la poesía solo sirve para que la niña se nos fugue con un lírico de rizos, cuando con el broker Borjamari gastaría sus dineros más feliz. La chimenea de Pepe Carvalho, por cierto, sería una estupefaciente ministra de Cultura. De existir tal entelequia o cosa.

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