A ojo

El ejemplo

El presidente francés está furioso porque le quieren implicar a él personalmente en un asunto turbio de sobornos y atentados de hace 18 años en Pakistán, cuando era el joven y ambicioso ministro de Presupuesto del Gobierno del primer ministro Édouard Balladur. Y si no fuera porque, en cambio, Sarkozy sí ha llegado a la posición majestuosa (literalmente) de presidente de la Republica francesa, el asunto no llamaría la atención: sería considerado consuetudinario, un sobornito, un atentadito. Pero es escandaloso precisamente por ser consuetudinario: acostumbrado. Muestra cómo los gobernantes de los grandes países ricos y llamados democráticos llegan al poder, o lo conservan, gracias al dinero que gastan en sus campañas electorales tras haberlo cobrado ilegalmente de las comisiones clandestinas exigidas a los gobernantes de los países pobres y poco democráticos a cambio de proveerlos de las armas que les permiten a ellos llegar al poder, o conservarlo.

Tal vez no esté esto muy claro. Voy a explicarlo. El caso es que en l993 el Estado francés le vendió al de Pakistán unos submarinos para atacar a la India, o para defenderse de ella. Por esa venta se pagaron –está probado– importantes comisiones a los intermediarios pakistaníes. Y, según se dice, hubo también –no hay pruebas todavía, pero se trata de "serias sospechas", según el también antiguo primer ministro francés Dominique de Villepin– igualmente importantes "retrocomisiones" sobre esas comisiones a los negociadores del Gobierno francés, que fueron usadas, al parecer, para financiar la campaña presidencial de Balladur. Cuando este perdió las elecciones, y las ganó Chirac, se cortó el pago de las comisiones, a lo cual los beneficiarios pakistaníes que se consideraron embaucados por Francia respondieron con un atentado que mató a once ingenieros franceses y a cuatro pakistaníes (los cuales, dicho sea de paso, casi nunca son mencionados en la prensa francesa que denuncia el escándalo).

Una cosa que llama la atención: ¿por qué hay que pagarles comisiones a los funcionarios –en este caso pakistaníes– encargados por su Gobierno de la compra de armas? Otra: ¿por qué hay que pagárselas también a los funcionarios –en este caso franceses– encargados de venderlas? ¿Acaso no es ese su oficio, por el cual cobran su sueldo de funcionarios? Y una tercera, tal vez impertinente: ¿es de verdad necesario que para esos pagos y esos cobros la mercancía sean las armas?
(Quiero decir: podría ser pan, o flores, ¿no? Ya sé que es una tontería).

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