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El Gobierno de Colombia, decía aquí hace una semana, presenta ante la OEA sus quejas por la presencia tolerada de guerrilleros colombianos en Venezuela. Y el de Venezuela responde rompiendo relaciones diplomáticas con su vecino Álvaro Uribe. Explica el presidente Chávez que, "por dignidad", no puede aceptar la "agresión" del presidente Uribe, que hace un montaje con la complicidad de la Organización de Estados Americanos, inspirada –como es natural– por el imperialismo norteamericano. Dice el venezolano que vienen "días muy peligrosos" y pone en alerta a sus tropas en la frontera. Y advierte, curándose en salud ante la posibilidad de una investigación internacional sobre el asunto, que no tolerará la violación de la soberanía de Venezuela. También dos días antes, ante el Congreso de su país, el colombiano había dicho que "por dignidad" no podía aceptar el chantaje económico y comercial que desde hace un año le impone a su país la acaudalada Venezuela. Y había sido tan aplaudido por sus partidarios como Chávez por los suyos.
Pero para cualquier observador imparcial es evidente que tanto Chávez como Uribe tienen razón en lo que dicen. Es cosa sabida que, como dice Uribe, las guerrillas colombianas tienen desde hace muchos años refugio seguro tras la frontera venezolana (como tras la ecuatoriana). Así ha sido desde comienzos del siglo XIX, y también viceversa, cuando los gobiernos de las "repúblicas hermanas" liberadas del yugo español se ponían zancadillas los unos a los otros apoyando bajo cuerda a sus rebeldes respectivos durante las respectivas guerras civiles. Y también es cosa sabida que, como dice Chávez, el Gobierno de Colombia es la punta de lanza del de Washington en América Latina –y también lo ha sido desde hace muchos años, antes incluso de que hubiera nacido el hoy presidente Uribe–.

Lo que llama la atención es el momento. El enfrentamiento público entre Chávez y Uribe toca su punto más alto justo cuando el nuevo presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, tan derechista, pronorteamericano y antichavista como Uribe, intentaba sin embargo bajarle el tono a la pelea. Hay quien dice que Uribe pretende crearle problemas a su sucesor. Hay quien sostiene que, por el contrario, quiere dejárselos resueltos.
Santos calla. Sólo ha dicho que es Uribe quien manda hasta dentro de 15 días, hasta el día 7 de agosto, cuando termina su período. Así que esto sigue.

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