Apuntes peripatéticos

Taxi

Nunca sabes lo que puede ocurrir cuando penetras en el territorio privado de un taxi, territorio, en potencia, de alto riesgo. Desde el punto de vista de las ideas o de los prejuicios, hay taxistas para todos los gustos. Y por lo que respecta a la conducción, también. Por ello es siempre un alivio constatar que a uno le ha caído en suerte –en general es el caso– un profesional tranquilo.

Cuando hay sintonía, el efímero encuentro puede ser enriquecedor para el cliente. El taxista escucha cada día a gente diversa. Suele tener las opiniones claras, como el que me llevó el otro día en Alicante. Nunca quedó tan malparada España. Aquí la corrupción es endémica, los políticos no piensan sino en medrar. Aquí solo cuenta el pelotazo, el dinero fácil, el vivir de las apariencias. ¡Y mira el resultado! Da igual el partido: Matas, Camps, el alcalde tal, de acuerdo, pero también Roldán y demás ralea del último Felipe. Todos forrándose a costo nuestro, todos chorizos que nos han dejado el litoral patrio destrozado, por ejemplo, sin apenas una playa virgen. Y luego, los niños incapaces de leer un libro, que no saben nada de nada y que piensan que todo en la vida se puede conseguir sin esfuerzo...

Le trato de calmar. Le digo que tres décadas son poco tiempo, que la cosa no va tan mal, que el potencial del país es enorme, que vendrán tiempos mejores. Nada, me contesta, aquí nadie quiere asumir la responsabilidad de nada. ¡Somos un desastre!
Sólo han sido veinte minutos. Subo al tren alicaído tras tanta jeremiada. Y con infinitas ganas de ver el lado bueno de algo.

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