Apuntes peripatéticos

Attenborough

David Attenborough se merece con creces el Premio Príncipe de Asturias que le han dado aquí... y muchos más. Si alguien lo duda, le recomiendo encarecidamente que vea la serie Planeta Tierra, de la BBC, que está ofreciendo Público cada domingo con el diario. Ya van cinco entregas –De polo a polo, Agua dulce, Desiertos, Montañas y Cuevas– y puedo decir que, en toda mi larga experiencia de disfrutar programas de naturaleza en la televisión, tanto aquí como fuera, no he visto nada tan extraordinario, tan absolutamente cautivador.

Admirábamos al gran comunicador que es Attenborough por numerosos trabajos anteriores, pero en Planeta Tierra se supera, apoyado por un equipo de fotógrafos geniales que nos deslumbran con escenas, pormenores y atisbos, a menudo casi inimaginables, de pájaros, animales, peces e insectos, además de introducirnos en los lugares agrestes más insólitos del mundo.
¿Cómo olvidar, por ejemplo, después de esta serie, los inmensos cocodrilos semihundidos que se van aproximando poco a poco a los incautos impalas que beben en la orilla? ¿Los lagartos saltarines multicoloreados que bajan dando brincos al río? ¿Las pequeñas criaturas ciegas que habitan las profundidades del océano? ¿Los murciélagos atacados por rapaces? Y hay un valor añadido porque, si el comentario de Attenborough –fruto de décadas de experiencia– resulta incomparable por su información, también, como sabrán apreciar sin duda los estudiosos del inglés, es muy hermosa y matizada su voz. He aquí, en fin, una maravilla que por nada del mundo hay que perderse, y que reconcilia con la televisión.

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