Ahora que no nos oye nadie

Diario Rumbo a Gaza VI - Un nuevo contratiempo

25.04.24

20.00 horas

El Tugra es un hormiguero. Afuera se acumulan unas 40 personas a la espera de acudir a la reunión de las 19.00 horas que organiza la Flotilla de la Libertad cada día en este hotel. Estoy en la cafetería cuando Pablo Elorduy, compañero periodista de El Salto, me avisa de que hay una nueva actualización. Acaba de llegar la noticia de que el buque de pasajeros está siendo inspeccionado por Guinea-Bisáu, país al que pertenece la bandera del barco. Los activistas y los cargos públicos se desesperan. Realmente en estos dos últimos días los pasajeros habían recuperado enérgicamente la confianza de que el barco saldría.

Incluso el grupo de periodistas españoles, ya per se bastante escéptico, había recuperado la fe en que la expedición saldría el viernes. En la mañana nos habíamos autoconvocado a una nueva formación de seguridad específica para periodistas, de cara a un posible asalto por parte del ejército de Israel. Repasar las estrategias por si vienen los malos le ha dado de nuevo realismo al plan. Pero los tentáculos de Netanyahu son extensísimos y su maquinaria de desgaste va a todo gas.

Ismail Songür, presidente de IHH, es el encargado de explicar la situación a una sala abarrotada de caras decepcionadas. Él es hijo de uno de los asesinados en el Mavi Marmara en 2010. Bromea antes de informar sobre el nuevo contratiempo: "También traigo buenas noticia, seguimos vivos y seguimos mostrando nuestra solidaridad con el pueblo palestino". Cuenta que la bandera

Alguien en la sala dice que el presidente de Guinea-Bisáu visitó Israel en marzo. Lo busco en Google rápido y encuentro la noticia de Times of Israel que narra que el presidente del Estado sionista, Isaac Herzog acogió con los brazos abiertos al líder africano. Hago scroll y encuentro más información que evidencian los vínculos de Umaro Sissoco, presidente de la nación africana, con el Estado sionista. Es tan evidente que a todo el mundo le extraña que se escogiera esa bandera para el barco que debía romper el bloqueo de Gaza.

Unos compañeros me explican después que las banderas de países más empobrecidos son las más fáciles de conseguir en términos económicos y temporales. En parte, tiene sentido que se haya elegido una bandera como esa para esta misión. Guinea-Bisáu tiene una extensión de 36.000 km cuadrados en la que se concentra una población de millón y medio de personas. Es uno de los diez países más pobres del continente, según la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África (CEPA).

Alguien hace la reflexión de que es también este empobrecimiento el que le deja a merced de Israel. Pero es que todo el mundo parece estar a merced de Israel, eso me ha quedado clarísimo en este viaje. Mientras, desde la Franja de Gaza  hace días que llegan noticias de la existencia de fosas comunes al rededor de los hospitales de Nasser y Al-Shifa con decenas de hombres, mujeres y niños asesinados, algunos con signos de tortura. Las imágenes de cuerpos en bolsas, unos al lado de los otros, son terroríficas. ¿Cuánto miedo cabe en una pantalla? ¿Y en un barco? ¿Y en una embajada? ¿Cuánto miedo cabe en el Mediterráneo? ¿Y en un despacho pulcro en Tel Aviv? ¿A cuánto se paga?

22.30 horas

No puedo evitar sentir algo de alivio, y ese alivio a la vez me avergüenza. En cualquier caso tampoco estaba claro que, de salir el barco, yo iría en él. Sin seguro médico el periódico era reacio a que embarcara. Pero ya la burocracia no importa, nos volvemos a Madrid. Aunque no me lo dicen, sé que mi gente también está aliviada. Mamá y papá me preguntan si el nuevo retraso significa que la ayuda no va a llegar. Llegará, les explico, pero no sabemos cuándo, ni de qué puerto ni por dónde entrará. La organización seguirá intentándolo, y probablemente lo conseguirá, pero no sabemos cuándo llegará a manos de los palestinos. La respuesta de mis padres es de incredulidad. Lo que está claro es que a nadie le importa demasiado que llegue la ayuda, me responden. Eso es en parte cierto. La otra parte es que la ayuda es sólo un elemento más con el que las potencias mundiales pueden mercadear simbólica, diplomática y económicamente. No habrá manos a las que llegue esa ayuda si no se le frena los pies a Israel.

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