Monstruos Perfectos

Las ideas y las cosas

Philippe Stark confesó hace algunas semanas en una entrevista a un periódico alemán que ha perdido todo interés por los objetos. Según el diseñador, nos dirigimos hacia la era del post-materialismo y, salvo un instrumento para hacer fuego, un buen colchón y una buena almohada, el resto de lo material es prescindible. Lo importante, según él, es el amor, una ética de diseño, la inteligencia y el humor.

Eso es lo que le dijo Stark a un periodista del Die Zeit. Y tiene más razón que un santo con una aureola de plástico morado que sirve como abrebotellas y brilla en la oscuridad. Porque una vez que se ha acumulado una fortuna como la suya, ya nada es necesario. Lo objetual pierde su gracia y se convierte en un lastre chabacano cuando se empieza a entender el mundo en los términos abstractos del dinero: el ser reemplaza de nuevo al tener. Sublimar los deseos a través de las cosas y marcar las apariencias a través de símbolos de estatus pierde su sentido. No hace falta aparentar lo que ya se es: rico total. Rico sin miedo a un mal revés. Menos es más cuando se tiene todo.

Stark no quiere cosas, quiere ideas, conceptos abstractos de diseño. La no materia. Nada tridimensional. Y, aunque no lo dice, sospecho que sueña con la nada absoluta, con un agujero negro, una espiral absorbente de no color que suspenda espacio y tiempo. Una fina línea de plástico negro, el Aleph en un chip prodigioso: su tarjeta de crédito.

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