Monstruos Perfectos

Carla se retoca

Este es un buen momento para dejar de hablar del pasado de Carla Bruni. Para evitar mencionar sus romances célebres, sus destellos en pasarela o sus primeros éxitos como cantante que susurraba ideas más allá del duduá. Basta de reliquias y comparaciones con otras primeras damas de alta costura, como Jackie K. o Lady Di. Dejemos de utilizar como punto de lectura sus polaroids al lado de Mick Jagger, Eric Clapton, Kevin Costner o los Enthoven (padre e hijo. Y padre de su hijo).

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Porque, para mí, la estampa que define a Carla es esta inquietante fotografía que apareció en la revista ¡Hola! hará un par de meses, donde ella posaba en uno de los despachos del palacio presidencial francés, cómodamente sentada en un butacón ante una mesa estilo Imperio mientras se retocaba el rimmel, despreocupada y casual. Carla apoltronada en un poder cosmético llegado por vía pasional y desde el cual ni se aredra, ni finge poses protocolarias. Todo lo contrario: se pinta las pestañas, y comienza la promoción.

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