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1892

EL ELECTRÓN LIBRE // MANUEL LOZANO LEYVA

*Catedrático de Física Atómica Molecular y Nuclear: Universidad de Sevilla

Al final del prólogo de libro Física de Eduardo Lozano se lee: "Permítasenos poner en duda los triunfos pedagógicos de los modernos partidarios de la enseñanza enciclopédica, porque una larga experiencia nos ha enseñado que, para aprender algo, es necesario estudiar mucho [las cursivas son suyas]; y creemos, contrariamente, que por aquel sistema se llegará más pronto a experimentar las graves consecuencias, para la cultura del país, de nuestros desaciertos en el ramo de la instrucción pública, que parecen fatalmente encaminados a convertir las Universidades e Institutos en fábricas de Doctores y de Bachilleres a poca costa, en corto tiempo y a bajo precio". Si se cambia lo de enseñanza enciclopédica por nuevas tecnologías, psicopedagogía o algo así, ¿verdad que el alarmismo de don Eduardo suena actual y casi manido? Pues data de 1892. ¿Es esta apreciación subjetiva o realmente no hemos sabido resolver los problemas esenciales de la enseñanza a lo largo del siglo XX?

Una primera aproximación al asunto sería establecer un paralelismo con otros servicios sociales básicos. La respuesta es inmediata: las transformaciones del sistema sanitario y la defensa nacional, por ejemplo, han sido tales que no hay parangón posible con la situación de hace cien años. Si el ejercicio mental es demasiado complicado, que lo es, quedémonos sólo con los treinta años de democracia. Sostengo que los grandes éxitos que hemos tenido en infinidad de aspectos no se han conseguido en la enseñanza.

La actitud jeremíaca ante el problema es no sólo estéril sino injusta. El analfabetismo endémico de España ha desaparecido; el nivel educativo de la mayoría de los niños y los adolescentes es el mayor de la historia y comparable (aunque a la baja) con el de países vecinos; y la universidad es la mayor sede del sistema de ciencia y tecnología que, este sí, ha alcanzado uno de los éxitos históricos apuntados y está en vías de alcanzar nuevas cimas. ¿Entonces? ¿No es esto comparable al progreso en el sistema de salud o en el ejército? No; los inmensos desbarajustes en la educación no tienen parangón.

Los síntomas y las causas del mal son muchos y de todos conocidos: coexistencia en todos los niveles de alumnos motivados con forzados, no implicación de las familias en la educación, desprestigio social del maestro y de la cultura del esfuerzo, universidades regidas con criterios exclusivamente corporativos, diferencia salarial mínima cuando no invertida entre titulados superiores y obreros especializados, planes de estudio politizados, doble sistema público y privado (financiado por el estado) y un estremecedor etcétera. La solución sólo la puede dar un gran pacto de estado entre partidos que no se vislumbra. ¿Pasarán otros cien años ensanchándose la grieta entre prosperidad económica y educación?

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