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Dados, fútbol y pasatiempos para mentes despiertas

CIENCIA SOÑADA // JORGE BARRERO

En la vitrina del salón de Niels Bohr hubieran podido lucirse dos trofeos singulares: el Nobel de Física y una medalla olímpica de fútbol. No pudo ser, Bohr decidió dejar el deporte en 1905, el mismo año que Einstein publicó sus primeros trabajos. El joven Niels, prometedor portero del AB Copenhague, encajó un gol tras una estrepitosa cantada. Bohr confesó que estaba concentrado en un problema matemático y se había olvidado del balón. Tres años después, la selección danesa lograba la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Londres, con Harold Bohr, hermano del físico, en el equipo titular. Dinamarca perdió un portero, pero ganó uno de los mejores físicos de todos los tiempos. A él debemos la primera descripción del átomo compatible con la física que Einstein acababa de inaugurar. Algunas crónicas relatan que la inspiración definitiva llegó a Bohr en sueños.

La visión de un sol ardiente rodeado de planetas habría sido interpretada por el físico como una metáfora del átomo. Ese átomo de Bohr, con un núcleo alrededor del cual orbitan electrones con distinta energía, acabaría convirtiéndose en un icono universal. Niels Bohr también será recordado por la respetuosa, pero enérgica polémica que mantuvo con Einstein durante décadas sobre el significado real de la física cuántica. Paradójicamente, Einstein, pionero en esta revolucionaria forma de entender la naturaleza, nunca aceptó sus consecuencias.

Einstein Rechazaba un universo que sólo pudiera ser descrito en términos de probabilidades y otros fenómenos, predichos por la teoría, que desafían la experiencia cotidiana; se refería a ellos burlonamente como "acciones fantasmales a distancia". Bohr, por el contrario, representaba una corriente dispuesta a renunciar a los dictados de la intuición para abrazar las profundas implicaciones de la nueva teoría. Finalmente, la llamada Interpretación de Copenhague acabó imponiéndose, pese a la influencia intelectual de Einstein.

El legado de aquella apasionante época se sintetiza en la famosa cita de Einstein: "Dios no juega a los dados". Un comentario que aparece en la correspondencia privada del físico, por lo que, con toda seguridad, la réplica que se le atribuye al propio Bohr: "Señor Einstein, ¡deje de decirle a Dios lo que debe hacer!", es apócrifa. Hace pocos años, otro físico, Stephen Hawkins, zanjaba la cuestión, tras medio siglo de experimentos que avalan la teoría cuántica y sus exóticas consecuencias, con otra sentencia: "Dios no sólo juega a los dados, sino que a veces los lanza donde no podemos verlos".

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