Ciudadano autosuficiente

Cuatro ejemplos de abundancia sostenible

Cuatro ejemplos de abundancia sostenible

Tres grandes ideas se disputan nuestro futuro a medio plazo: a) el colapso, b) el business as usual, y c) el decrecimiento. En el primer caso no hay mucho que decir, bienvenidos al apocalipsis. El segundo es el favorito de las grandes empresas: más producción, más consumo, más beneficios, hasta que el planeta no de para más y vayamos a la opción a). El decrecimiento es la opción más prudente, consiste en reducir la producción y el consumo (nuestra huella ecológica, en general) para dar un respiro al planeta e impedir así la opción a).

El decrecimiento se asocia generalmente al sacrificio, la renuncia a posesiones materiales (el coche, la carne) y a la escasez. Esta especie de penuria sostenible no es muy popular.
¿Puede existir la abundancia sostenible? Es decir, una reducción de nuestra huella ecológica que al mismo tiempo implique bienestar, comodidad y riqueza en nuestra vida cotidiana, mediante soluciones accesibles a todo el mundo. Vamos a ver unos cuantos ejemplos.

 

Comunidades energéticas

En La Almunia de Doña Godina (Zaragoza), con apoyo municipal, están planteando una comunidad energética, La Almunia Encendida. Consiste en instalar una cierta cantidad de paneles solares fotovoltaicos en tejados de instalaciones municipales. Los vecinos que lo deseen se unen a la comunidad energética y reciben un porcentaje de la energía generada, establecido en un Acuerdo de Reparto previo. Los gastos de instalación se comparten en esa proporción.

A partir de ahí, la factura eléctrica de los comuneros energéticos cambia de manera muy interesante. Figura el consumo de red menos la generación solar, que se resta a la factura. Al cabo de no mucho tiempo, cuando se amortizan los paneles, los comuneros disfrutan de una energía sustancialmente más barata, lo que equivale a energía eficaz, accesible y disponible. El truco está en que los costes se reducen mucho al actuar en comunidad. El único requisito es que tu casa no esté alejada más de 2.000 metros de los paneles que proporcionan energía.

 

Cocina para gente muy ocupada

Hace unos años se publicó un libro que contenía un millón de menús. Suponiendo que hagamos dos diarios, uno para la comida y otro para la cena, necesitaríamos 500.000 días para saborearlos todos, y eso es más de diez veces la duración máxima de la vida humana, estimada en unos 40.000 días. El truco del libro es que ofrecía 300 fichas (100 primeros platos, 100 segundos y 100 postres) para combinar al gusto, de donde 100x100x100 =1.000.000.

Algo parecido puedes conseguir combinando uno o dos buenos libros de cocina práctica con uno o dos mercados, supermercados y tiendas de proximidad, de los que tienen verdulerías, pescaderías, legumbrerías, etc. Una variedad casi infinita de platos se pone a tu alcance. Esta abundancia alimentaria solo requiere cocinar de manera regular, con un gasto de tiempo inferior a una hora diaria, o menos, si hacemos cocina a mogollón o batch cooking.

 

Bombas de calor

Se trata del último paso, por ahora, de un largo proceso que comenzó con la sustitución de las calderas de carbón y gasóleo por calderas de gas. Este cambio se hizo porque las ventajas en eficiencia eran muy grandes, y además la limpieza de la atmósfera de las ciudades mejoró notablemente. Ahora Europa está lanzando un ambicioso programa para sustituir calderas de gas por bombas de calor eléctricas.

Una bomba de calor entrega en forma de calor tres unidades por cada unidad de energía que recibe. Ni siquiera una caldera de gas ultraeficiente puede llegar a tanto. El truco está en que la bomba de calor es capaz de extraer calor del aire frío que rodea el edificio, calor que se suma a la energía que recibe de la red eléctrica. Las facturas de calefacción se reducen notablemente, lo que equivale a abundancia de energía para climatizar nuestra casa.

 

Movilidad como un servicio

Aunque suena muy moderno, sobre todo en inglés (Mobility as a Service, MaaS), en realidad consiste en recuperar todo el variado menú de opciones de transporte de que disfrutaban las ciudades antes de la llegada del plato único basado en el coche privado. Funciona como un sistema superpuesto de redes de vehículos compartidos (bicicletas, coches, patinetes, motos, etc.) y redes de transporte público (autobuses, tranvías, metro, microbuses, etc.). El acceso a todas las opciones de transporte se hace muy fácil mediante apps o similares: indicas origen y destino y el menú, abundante y variado, se despliega ante el usuario. Eso sin contar con el ingrediente principal de la movilidad sostenible, el peatón que va caminando a su aire por la ciudad.

 

Imagen: La Almunia Encendida

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