Sin ellos, todos perdemos

Ilustración de Juan Medina Manrique
Ilustración de Juan Medina Manrique

Beatriz Caspar (@CasparBea) y Laura Franco (@Lauraa02)

 

El Mediterráneo,

remanso anhelado por aquellos

que huyen de las urbes infames

en busca de la paz extraviada.

 

El Mediterráneo,

último bálsamo de luz

y último rayo de esperanza

para aquellos seres capaces de resistir

y que poseen un deseo insaciable de vivir.

 

El Mediterráneo,

abismo de incertidumbre

que atemoriza a aquellos

que se embarcan en sus aguas

como única salida del hambre,

de la guerra, de la sed y la miseria.

 

El Mediterráneo,

un mar que fascina

a quienes habitan en sus orillas

pero que también refleja

dos realidades cruelmente desiguales.

 

El Mediterráneo,

mar donde turistas se divierten en la playa

mientras que otros cuerpos

se desvanecen en silencio

como gotas de mercurio en el agua.

 

Como si no existieran,

como si no fueran nadie,

como si no fueran nada.

 

Pero sí son,

porque ellos también tienen familia,

también tienen un alma, una mirada

pero el mar se los traga mientras navegan

en búsqueda de la paz y la calma.

 

Ellos alzan la voz

y gritan para agarrarse al aire,

para que el cielo les salve

pero nadie los oye, nadie los salva

y el mar los devora mientras su alma

se derrama como cal en el agua.

 

De vez en cuando sale un titular

hablando de un nuevo naufragio en el mar,

dicen que han muerto muchos,

quizá unos 100 o quizá 200

¿pero qué más da?

 

El mundo ha dejado de contar

porque esas vidas que el mar se traga

son demasiado insignificantes

como para ponerse a buscar

en el fondo del mar.

 

El mundo no los quiere

y por eso nuestros gobiernos

actúan como su nada sucediera

y como si no existieran.

 

Este maldito mundo

es demasiado cobarde

como para enfrentarse

a la muerte y a las heridas

y por eso mismo ha optado

por girarle la cara a la vida.

 

Pero no olvidemos

que en algún sitio

alguien piensa en ellos,

alguien pregunta por ellos

y alguien los echa de menos.

 

Porque ellos sí son,

porque ellos sí existen,

porque, aunque ya no estén

la estela de su recuerdo sigue reluciendo.

 

Porque ellos, también somos nosotros.

Porque sin ellos, todos perdemos.