Ruben Andersson: "Echo de menos un debate público más profundo sobre el gasto en el control de fronteras"

Ruben Andersson
Fotografía de Ruben Andersson, de José Ángel Molina

Álvaro Bravo (@AlvaroBravo4)

  • El antropólogo analiza la situación actual en la frontera Sur de Europa, el Nuevo Pacto de Migración y Asilo de la Unión Europea y las misiones militares en el norte de África
  • Sus investigaciones desentrañan cómo las empresas se benefician del control migratorio y cómo el discurso del miedo empuja las intervenciones militares, provocando grandes flujos de refugiados
  • "No creo que la imagen de Canarias de los campamentos improvisados sea la única que veamos si no cambiamos la manera de entender la movilidad humana"

Durante años, Ruben Andersson ha recorrido las coloridas calles de Bamako donde la música vibra en sus esquinas influida por las guitarras nómadas de los tuaregs. Una imagen que contrasta con la de zona de alto riesgo de los grupos yihadistas en el norte del país y las intervenciones militares lideradas por Francia para tratar de contener la violencia. Andersson tiene una visión privilegiada por su propia experiencia como antropólogo de lo que sucede en el Magreb y el Sahel para especializarse en la seguridad, las migraciones y las fronteras.

Su último libro, ‘No Go World: How fear is redrawing our maps and infecting our politics’ (2019), es un ensayo marcado por su trabajo etnográfico en países como Malí, Libia o Afganistán sobre cómo el discurso del miedo empuja las intervenciones militares y cómo esto provoca grandes flujos de refugiados. Anteriormente Andersson investiga cómo las empresas se benefician del control migratorio desde la llamada ‘crisis de los cayucos’ de 2005 en ‘Illegality Inc: Clandestine migration and the business of bordering Europe’. En esta entrevista, el profesor asociado a la universidad de Oxford analiza la situación actual en la frontera Sur de Europa, el Nuevo Pacto de Migración y Asilo de la Unión Europea y las misiones militares en el norte de África.

Pregunta. Con una pandemia que limita la movilidad de las personas, varios partidos xenófobos en el poder y una nueva crisis económica en ciernes, ¿el miedo es una palabra que define el 2020? 

Respuesta. Es cierto que el miedo y la incertidumbre por el futuro son sentimientos con mucha fuerza este año para los ciudadanos. Es algo que vemos desde los inicios de la COVID, con la crisis climática y la movilidad humana limitada por la pandemia. Cobran fuerza discursos políticos extremistas de los gobiernos de Donald Trump en Estados Unidos, Víktor Orban en Hungría o Andrzej Duda en Polonia que buscan reforzar el control de las fronteras nacionales. Sin embargo, debido a la situación sanitaria, las restricciones también afectan a ciudadanos europeos que viajan a África para evitar el contagio de virus y no había precedentes. Esto es interesante porque podemos ver cómo las fronteras son algo cambiante que definen quién puede atravesarlas y quién no.

P. La UE refuerza su presencia en la costa de Canarias por la ‘presión migratoria sin precedentes’. ¿Podríamos ver otro campamento de refugiados permanente como Lesbos? 

R. Hemos visto durante estas últimas semanas las imágenes de los muelles desbordados de personas en las islas y las autoridades públicas tanto españolas como europeas no ponen en marcha mecanismos de acogida. Sin duda la cifra de algo más de 20.000 personas no es comparable a las dificultades que podía suponer la llamada crisis de 2015 en Grecia, que sí que planteaban problemas de organización y recursos. Y la respuesta en ese momento de la mayor parte de los países europeos (quizás con la excepción de Alemania en un inicio) fue la de no mostrar solidaridad alguna para desplazar el problema como algo que solo afectaba a países del sur, y no a todo el continente. Por desgracia, no creo que la imagen de Canarias de los improvisados campamentos sea la única que veamos en el futuro cercano si no cambiamos la manera de entender la movilidad humana.

P. En septiembre la Comisión Europea presentó el Nuevo Pacto sobre Migración y Asilo con controvertidas medidas como agilizar el retorno forzoso, como dotar de 10.000 efectivos a Frontex y no establecer un reparto igualitario de acogida. ¿Qué enfoque adopta este pacto sobre las migraciones?

R. El pacto supone un giro hacia la securitización del fenómeno migratorio con la posibilidad de que los estados miembros sean quienes dirijan las deportaciones mediante vuelos, la creación de un cuerpo de guardacostas europeo que vigile las fronteras. Por situar esto en un contexto mayor en 2005 la agencia Frontex contaba con un presupuesto anual de seis millones de euros hasta los 460 millones de euros para 2020. Desde los años 90 los países europeos no son capaces de definir una política común que regule la movilidad humana a pesar de que está en las bases de la Unión Europea y de los derechos humanos.

El Nuevo Pacto sobre Migración y Asilo supone un giro hacia la securitización del fenómeno migratorio

P. ¿Por qué la Unión Europea delega el control de sus fronteras a países como Marruecos, Turquía o Mauritania?

R. España es un país pionero en la llamada externalización de fronteras cuando en los años 2000 empezó a firmar de manera bilateral acuerdos de seguridad con Marruecos y Mauritania. Después de eso el resto de países comunitarios toma nota y en 2015 Italia impulsa relaciones con Libia para que milicias vigilen el Mediterráneo central. Es una colaboración estrecha con regímenes poco democráticos que no conduce hacía la estabilidad en la región, hacia una política genuina de desarrollo y con un impacto negativo en en la vida de quienes migran.

P. En tu libro No Go World estableces una relación mapas actuales sobre el terrorismo en el mundo con los mapas medievales con monstruosas criaturas y tierras desconocidas. En ambos casos previenen a los viajeros de visitar determinados lugares ¿Nos falta un contexto más amplio para entender por qué surge esta violencia y cómo evitarla?

R. Durante muchos siglos Occidente ha proyectado miedos, peligros e incertidumbres más allá de las fronteras hacia zonas alejadas del control europeo. En la Edad Media se marcaba en los mapas que allí hay dragones, es lo que defino como ‘cartografía del peligro’. Podemos establecer puentes entre tiempos pasados con las políticas del miedo actual sobre regiones marcadas por la inestabilidad, por el conflicto, por las migraciones, que se nutren de esta larga historia de temor a lo desconocido. Estos mapas de zonas rojas en esos países que nos estamos acostumbrando a ver en la televisión muchas veces ignoran realidades mucho más complejas a nivel nacional, a nivel local, donde hay posibilidades de comunicación, de colaboración, de viajar, de cruzar estas fronteras del peligro, aunque cada vez se haga más difícil para periodistas, para trabajadores humanitarios o académicos.

P. Nos consta que durante su trabajo de campo en Malí como antropólogo tuvo problemas con la universidad por el riesgo de ser secuestrado. Eso contrasta con las descripciones que haces de la importancia de la música y la cultura en las calles de Bamako. ¿Hay una simplificación en todo esto?

R. No, por eso importante conocer otras realidades locales que no presenten todo en blanco o negro. Malí es cierto que en la actualidad ha vivido un crecimiento de la violencia que se ha extendido por todo el país desde 2012 junto a la operación militar contra el terrorismo que encabezó Francia. Aunque vemos este aumento de la violencia eso no impide que la vida continúe en pie, con toda la vida cultural, la vida cívica del país. Yo sigo en contacto con personas que conocí allí y que me cuentan que ahora en tiempos del COVID sus vidas se han visto menos afectadas que las nuestras. Intentar comprender esas realidades locales ayuda a tener otra clase de cooperación con estos países que contrasta con lo que hemos estado hablando sobre la visión de la Unión Europea de las migraciones como un problema.

P. ¿Las intervenciones militares como la de Francia en el norte de Malí o la guerra de Libia han contribuido a conseguir estabilidad en la región?

R. La respuesta clara es no. Como bien vemos en el caso de Libia con la intervención de la OTAN ha ayudado a crear una inestabilidad absoluta en el país con graves consecuencias para la población civil. Hay que recordar que Libia era un país de destino para muchos migrantes subsaharianos que venían en busca de un empleo, más que de tránsito. Gadafi durante años utilizó la baza de abrir las fronteras a migrantes para presionar a Europa para levantar el bloqueo internacional, y después de la caída del dictador no ha hecho más que empeorar con la violencia de grupos armados contra los migrantes. Las autoridades libias continúan ofreciendo su ayuda a Europa para contener los flujos migratorios sin ningún respeto a los derechos humanos y que son subcontratados por países como Italia. Son dinámicas complejas muy negativas en torno a los conflictos en el Sahel en los que han intervenido países occidentales.

En Malí ha sucedido algo parecido con las operaciones contra el terrorismo, han ayudado a Francia a establecer una influencia mayor en su antigua colonia pero no ha terminar con la violencia. En varias ocasiones las fuerzas internacionales se han visto involucradas en abusos como los ataques contra la población civil. Una consecuencia de estas crisis puede ser el golpe de estado que vivió Malí. Por eso es tan necesario entender los conflictos de otra manera, de promover el diálogo con actores locales y buscar acuerdos en vez de reforzar las medidas exclusivamente militares que de por sí solas no funcionan.

P. Una buena parte de la documentación del ensayo tiene en cuenta entrevistas con militares en el terreno. ¿Qué visión tienen los militares sobre su propia labor en las fronteras de Europa?

"Altos mandos militares me han dicho en entrevistas que ellos, con sus patrullas y controles, no son la solución al tema migratorio porque la migración va seguir"

R.Es interesante hablar con militares, guardias de fronteras o policías para entender la visión de un actor más sobre el terreno. Muchas veces los antropólogos preferimos hablar solo con civiles pero sorprende cómo los militares pueden tener una idea más clara de lo que no funciona en los lugares donde están destinados. Altos mandos militares me han dicho en entrevistas que ellos, con sus patrullas y controles, no son la solución al tema migratorio porque la migración va seguir. Tienen claro que se debe buscar una manera política de abordar que no sea a través de más vigilancia. En Malí eran conscientes que muchos soldados africanos estaban perdiendo la vida en el norte contra grupos insurgentes por no tener apoyo, ni equipación adecuada. Es necesario un trabajo político de fondo con esos mismos grupos armados para llegar a acuerdos, escuchar las voces de militares en destinos y de la sociedad civil para no seguir repitiendo los mismos errores.

P. En su labor como investigador ha tenido en ocasiones problemas para que los migrantes y refugiados cuenten sus difíciles experiencias vitales. ¿Cómo se puede intentar evitar que el entrevistado se sienta incómodo?

R. Debemos tener presente que muchos de estos migrantes en sus rutas para llegar a Europa han sufrido traumas, han visto amigos y parientes morir en el camino, han invertido una gran cantidad de recursos en ese viaje y están en su situación psicológica muy difícil. Desde hace una década he visto en zonas de tránsito a muchos periodistas, trabajadores del sector humanitario o funcionarios intentan que hablen de sus experiencias una y otra vez profundizando en el dolor que tienen de recordar el viaje. Hay un riesgo de crear un espectáculo alrededor de las vidas de los migrantes donde lo importante es buscar una historia. En mi experiencia, la mayoría de las veces es mejor dejar atrás esa clase de preguntas para tratar de establecer una relación de confianza, conseguir una amistad; y eso necesita de tiempo, necesitas tener más de una hora de entrevista. También creo que es vital hacer otro tipo de preguntas con un enfoque diferente para preguntarles qué creen que es lo que pasa en las fronteras. Tienen una visión muy clara de quién se lucra en esta clase de controles fronterizos desde su país de origen hasta el destino y empezar a incorporar su análisis ha sido para mí lo más importante a la hora de abordar las migraciones. En vez de revivir esas historias de sufrimiento es mejor escucharles.

"Hay un riesgo de crear un espectáculo alrededor de las vidas de los migrantes (...) Es vital hacer otro tipo de preguntas con un enfoque diferente. Tienen una visión muy clara de quién se lucra en los controles fronterizos"

P. En su anterior libro, Illegality Inc, habla de un grupo de importantes empresas del sectores de las nuevas tecnologías, armamentístico y de la construcción que quieren mantener la visión de la migración como un problema. ¿Cuál es su nivel de influencia en los representantes públicos?

R. Desde hace muchos años el lobby de la industria de defensa ha sido muy fuerte en Bruselas para reforzar las políticas de seguridad y defensa de los estados miembros de la Unión Europea. En la última década asistimos a una simbiosis entre los intereses de esas empresas con los ministerios de defensa de países europeos donde se está poniendo el foco en invertir más dinero en desarrollar tecnologías de seguridad y vigilancia en torno a las fronteras. La Unión Europea ha financiado muchas de estas iniciativas, como es el caso de Eurosur, el dispositivo de vigilancia de las fronteras. Y hay que destacar aquí que hay una falta de transparencia para conocer cómo funciona ese gasto público de todos los ciudadanos europeos. Echo de menos un debate público más profundo sobre este gasto en el control de fronteras y sobre el efecto de volver más peligrosas estas rutas para quienes las intentan cruzar. Un buen ejemplo es la creación del sistema de radares y de vigilancia marítima, como se ha hecho en España con el SIVE, lo que ha conseguido que la ruta del Estrecho se desplace a la más peligrosa del Mar de Alborán. Además son necesarios más recursos a las fuerzas de salvamento marítimo para socorrer a las personas que viajan por esta vía y que los traficantes ganen más beneficios por esquivar los controles. Es un efecto de acción y reacción donde al crear un sistema de vigilancia provoca que se desplacen las rutas migratorias sin importar una solución a la movilidad humana.

P. ¿Hay margen de maniobra para que la política securitaria internacional cambie hacia un enfoque centrado en la prosperidad económica, las migraciones seguras y reduzca la desigualdad Norte-Sur?

R. Necesitamos optimismo frente al futuro para pensar que si que es posible. Hay otros modelos posibles que regulen de una manera más racional, segura y humana las migraciones, como ya hemos visto algunos indicios en la regulación temporal en Portugal o Italia. No debe olvidarse el discurso de muchos de los países de la Unión Africana que ven en la inmigración una herramienta de desarrollo económico y humano para generar otro tipo de política. Además hay una cierta ‘visión de túnel’ en Europa que no observa como la movilidad de África subsahariana en la actualidad se produce entre países vecinos (nada menos que tres cuartas partes del total), hacia el Golfo Pérsico e incluso China.En el discurso del Pacto Global de las Migraciones vimos en 2019 que hay unas buenas intenciones dentro esa visión para garantizar unas migraciones ordenadas y seguras, pero en la práctica no hay avances.

"Hay otros modelos posibles que regulen de una manera más racional, segura y humana las migraciones"

Es paradójico que hace más de 30 años, cuando empezaron las primeras rutas irregulares detectadas, había más posibilidades de migrar, quizás circular de una lado a otro de la frontera, como puede ser en Ceuta para trabajar por ejemplo en la agricultura. Sin embargo, la entrada en vigor del tratado de Schengen ha supuesto percibir la movilidad humana como crisis irregular que implica una necesidad de vigilar las fronteras nacionales. El caso más drástico que conozco de primera mano es el de Estados Unidos con México donde en muchas ciudades fronterizas la gente se mueve diariamente para trabajar, estudiar o visitar a familiares. El cambio de la dinámica de esta movilidad viene por grandes compañías de seguridad privada que realizan las labores de vigilancia para controlar quién pasaba de un lado a otro. Es a partir de los años 2000 cuando crece la población "irregular" por estos nuevos controles, son empujados a vivir así.