El precio a pagar por ser periodista en Siria

Ayham Ghareeb
El periodista Ayham Ghareeb. Fotografía: Muhammad Subat

Patricia Macías (@patri_macias_)

  • Ayham Ghareeb documentó la guerra siria hasta que se vio obligado a abandonar su país con su familia, y ahora continúa su labor en España
  • Su historia retrata la represión que sufren los periodistas que denuncian las violaciones de derechos humanos del régimen de al-Assad: "Cada día durante meses me decían que iba a morir porque era periodista"

En los últimos 10 años se ha escrito mucho sobre Siria, tanto que con frecuencia olvidamos que detrás de todas las cifras del horror de la guerra que asola el país hay vidas y personas con nombres y apellidos. Una de esas historias es la de Ayham Ghareeb. Ayham se acababa de graduar en filología árabe cuando la guerra estalló, en 2011. Le gustaba enseñar y planeaba matricularse en un máster de especialización para convertirse en profesor. Hasta aquel momento, Ayham nunca había pensado en ser periodista, pero lo que estaba sucediendo a su alrededor no le dejó otra opción.

"Comencé a escribir por Internet, a hacer fotos y vídeos, y esto cambió mi vida. Era periodismo de guerra hecho por personas de a pie, como yo, pero no podía no hacerlo, había que contar como fuera lo que estaba sucediendo", explica Ayham. El régimen dictatorial de al-Assad controlaba ya por aquel entonces los medios de comunicación nacionales y los periodistas que no acataban la narrativa oficial eran perseguidos.

En este contexto, Ayham fue detenido por primera vez a los seis meses de comenzar su trabajo como periodista. Hasta ese momento, su labor se había centrado en compartir imágenes de la represión contra las protestas estudiantiles y ciudadanas que se sucedían en las calles de la capital, Damasco. El servicio de inteligencia del régimen le detuvo a la salida de la universidad, cuando volvía de inscribirse en el máster de profesorado. Todo sucedió muy rápido, le quitaron su teléfono móvil y le llevaron a un centro de detención sin que nadie de su familia ni él mismo supiera donde estaba. Ayham despertó al día siguiente en la cama de un hospital, le habían pegado una paliza tan fuerte que a sus captores no les quedó más remedio que llevarle a recibir atención médica de urgencia. El doctor que le atendió, impresionado por el calibre de las lesiones y la violencia de las autoridades, ayudó a Ayham a escapar. Los agentes que detuvieron y torturaron a Ayham le acusaron de traidor por compartir imágenes y textos sobre una de las protestas en redes sociales.

Durante meses, Ayham se escondió en Tsill, su ciudad natal, sin poder recibir la atención médica que necesitaba para recuperarse, pero a salvo de la Policía. La guerra convirtió en poco tiempo a Siria en uno de los países más peligrosos del mundo para ser periodista. Pero fue precisamente la guerra la que convenció a Ayham, y a muchos otros sirios, de que contar lo que sucedía en verdad era imprescindible y, quizá, la única herramienta a su alcance para denunciar los horrores que el régimen sirio cometía a diario contra su pueblo.

Volver a la universidad ya no era una opción y durante tres años Ghareeb se dedicó al periodismo local mientras también ejercía como mediador en escuelas y en un campo de desplazados cercano a su región, Daraa. Contaba "historias humanas"; según recuerda, su objetivo era narrar cómo la guerra transforma y afecta la vida de la gente. Historias como la organización de una escuela improvisada en una pequeña tienda de campaña, donde los niños y niñas que vivían en el campo de desplazados recibían clase, a pesar de todo.

Mientras la guerra seguía su curso, la vida de Ayham también continuaba. Fue en este tiempo que conoció a la que hoy es su esposa, Ola. Su historia de amor es muy parecida a cualquier otra, dos personas que se conocen, se enamoran y deciden comenzar un proyecto de vida juntos. Su boda quizá sí fue un poco diferente: a los fuegos artificiales los sustituyó el sonido de las bombas que caían en una ciudad cercana. Ayham recuerda que al escucharlas le dijo a Ola con ironía: "Mira, el régimen está feliz por nosotros y nos celebran con fuegos artificiales".

En 2016, al año de casarse, nació su primera hija, María. Por aquel entonces el ejército del ISIS comenzaba a controlar, bajo el amparo del régimen, la región donde Ayham y su familia vivían. Desde que comenzara todo en 2011, Ghareeb nunca dejó de ejercer como periodista y a pesar del miedo y las amenazas, continuó trabajando hasta que le detuvieron de nuevo.

A Ahyman le cuesta recordar esos momentos: "Fue algo terrible estar lejos de mi esposa mientras estaba embarazada y dejar a mi hija María antes de que comenzara a andar", explica. Esta vez el encierro fue más largo y ni Ayham ni su familia sabían cómo terminaría todo. "Cada día por meses me decían que iba a morir porque era periodista", recuerda. Finalmente fueron nueve meses de encierro, en los que solo recibió noticias del exterior una vez: cuando su segunda hija estaba a punto de nacer. Ola iba a dar a luz y la madre de Ayham intentó visitarle en la cárcel, quería contarle a su hijo que iba a ser padre de otra niña y hacerle una pregunta. Sus captores no le permitieron ver a su madre pero si le compartieron su pregunta:  "¿Cómo quieres llamarla?, dijeron. Voy a llamarla Amal -que significa Esperanza- porque espero salir de esto. Los guardias me preguntaron si era esperanza por salir de allí y me dijeron que nunca saldría, que estaría encerrado hasta mi muerte".

Un mes más tarde Ahyman fue liberado, aunque aún no tiene muy claro cómo ni porqué sucedió. Fue entonces que como familia decidieron que no había más opción que salir de Siria. Llegaron como desplazados al sur del país, de ahí fueron al norte y desde la frontera de Siria cruzaron a pie a Turquía: un viaje largo y peligroso, con dos niñas muy pequeñas, pero "lo más importante era salir juntos", afirma.

Ayham Ghareeb trabaja ahora como periodista en Madrid, donde vive desde hace dos años con su familia. Junto a otros tres compañeros ha fundado la revista Baynana, el primer medio de comunicación en árabe y español creado por refugiados sirios en España. Una revista con vocación de servicio público, que pone en valor un periodismo social y necesario, muy parecido al periodismo que Ayham ejercía en Siria. Baynana necesita fondos para convertirse en un proyecto sólido y esta semana es la última para poder apoyar el trabajo de estos cuatro periodistas participando en su crowdfunding.

Ayham cuenta que sus hijas, María y Amal, siguen ahora su trabajo con curiosidad e ilusión. "Yo sé que esta es una historia dura pero lo más importante es que ahora estamos todos juntos aquí y puedo contarla", concluye.