Cómo sobrevivir a la investidura sin llenarte de odio

Llevamos un principio de curso demoledor. El proceso de creación de gobierno lleno de polarización, reproches y odio. Nuestros vecinos de Senegal arriesgando su vida, subiendo de nuevo en cayucos como en 2006, muriendo en el mar o llegando destruidos a la isla de El Hierro tras haber vivido viajes angustiosos. Y, mientras, la ultraderecha señalando con el dedo a quienes quieren ser solidarios y distribuir los esfuerzos de acogida. Mientras, fuera de nuestras fronteras está teniendo lugar el peor genocidio de nuestros tiempos en Gaza, donde el ejército de Israel ha matado a sangre fría a más de 10.000 civiles ante la absoluta inacción de la mayoría de los gobiernos del mundo. Nos manifestamos, pero ya no somos capaces de ver las noticias. Es imposible soportar tanto dolor. 

No existe una fórmula mágica para salir de este bucle de asco-pena en el que nos han metido, pero sí que hay conocimientos socio-antropológicos que nos pueden ayudar.

 La fórmula de la felicidad

El año pasado salían publicados casi a la vez los resultados de dos investigaciones sobre la felicidad, una histórica, realizado durante más de 80 años por Harvard y dirigida en sus últimos años por Robert Waldinger y otra de Oxford dirigida por el antropólogo Robin Durban. Las conclusiones eran contundentes y coincidentes: el amor y la comunidad son uno de los dos elementos determinantes del bienestar, tanto mental como físico. Es decir que uno de los secretos de la felicidad es rodearse de seres queridos. De modo que todo el tiempo que dediquemos a ello estará bien invertido y será sanador. 

La mierda no se comparte

Uno de los pilares de la polarización es la provocación. Generar polémica permite adueñarse del debate, sobre todo si este se construye sobre el marco original que se intenta rebatir. Para salir de ese espacio de odio lo primero que hay que hacer es no alimentar el foco original, sobre todo no compartiendo el contenido tóxico, ni para intentar desmontarlo. Es muy difícil callarse ante la barbarie, pero hay que recordar que responder solo alimenta el mensaje de salida haciéndolo más grande a nuestra costa. 

Consumir inspiración

Toda la narrativa que nos rodea es distópica. Empezando por el Cambio Climático, seguido por las guerras, el genocidio de Gaza, sobre todo. La narrativa global nos sitúa en espacios en los que todo es horrible y no podemos hacer nada para cambiarlo. Eso genera una tremenda sensación de impotencia y desasosiego. Necesitamos historias de pequeños éxitos, basadas en ejemplos reales de la vida cotidiana, que nos inspiren y nos hagan recordar que sí podemos cambiar ciertas cosas, y la suma de pequeños éxitos son grandes éxitos. Series tan entrañables como Jury Duty (El jurado en Amazon), películas como Nyad (en Netflix), por poner un ejemplo, son útiles para situarnos en otra narrativa.

La música, el baile y la risa

Los tres instrumentos principales de la creación de comunidad y del amor, entendido este como un acto político, como lo definía la escritora bell hooks. Cuando escuchamos música, cuando la bailamos y cuando reímos generamos hormonas y neurotransmisores como la endorfina o la dopamina, que nos hacen sentirnos químicamente bien. Son infinitos los estudios de neurociencia que relacionan el bienestar con estos tres factores. De modo que, sobre todo, disfrutar de la música en directo, y de un buen monólogo son actividades que nos permitirán salir del espacio de la tristeza y el odio.

Estas son algunas de las cosas que parecen reflejadas en el manual de Narrativas del amor publicado por la Fundación porCausa que está disponible en abierto. La forma de enfrentarnos a este entorno hostil es el amor, y puede parecer complicada y contra intuitiva, pero es el modo en el que históricamente hemos conseguido superar todas las calamidades. Su eficacia está probada, no es buenismo, es supervivencia.