Posibilidad de un nido

Ni siquiera destruidas por la droga

El rey Felipe VI interviene en la sesión de apertura de la Feria Internacional del Libro de Fráncfort, que este tiene como país Invitado de Honor a España. REUTERS/Kai Pfaffenbach
El rey Felipe VI interviene en la sesión de apertura de la Feria Internacional del Libro de Fráncfort, que este tiene como país Invitado de Honor a España. REUTERS/Kai Pfaffenbach

Que la vida te baja a hostias de la peana es una afirmación grandilocuente y algo falsaria. Te baja de la peana quien te ha subido. Hace poco me tocó hablar de escritoras de mi generación y me dio por pensar también en escritores, periodistas, estrellas de paso por aquellos tiempos en lo que llamamos Cultura y medios de comunicación. Cuántos huecos. Alguien los colocaba en la peana, encendía los focos y la echaba a girar. De pronto, aparecían en todos los dominicales, en las televisiones, en los festivales de los centros culturales de moda, se les daba premios, y después, bluf, nada, adiós. ¿Dónde están? Algunas recibieron tales castigos que prefirieron desaparecer.

No todos eran malos ni malas profesionales, artistas, algunos eran realmente buenos, con sus caras en las marquesinas y aire de "yo no quiero estar aquí pero así es la fama". Sin embargo, todavía llegaban a publicar cuatro libros, cinco espectáculos, un puñado de exposiciones. Ahora ni eso.

Esta sociedad que se persigue el rabo enloquecida, hiperbólica, grotesca, ha multiplicado aquel banquete de entonces hasta el punto de que una no tiene tiempo de asimilar quién es la que gira, el que gira en la peana, cuál es su obra, qué se celebra. Esas jóvenes, esos jóvenes que se dedican a la creación, son productos efímeros cubiertos de purpurina y cuando quiero acceder a sus propuestas ya han desaparecido y apenas queda de ellos un rastro en sus propios perfiles de las redes sociales. Allí repiten una y otra vez lo que ya no son, rotas, rotos, sin comprender por qué además de haber sido utilizadas merecen el castigo de haber recibido la hostia que las ha bajado del tiovivo antes de terminar la segunda vuelta. En realidad, ni el brillo ni el castigo tienen que ver con ellas, con ellos. Solo son carnecita de uso para medios de comunicación y una industria cultural que fabrica con ellos comida basura.

Veo desde hace algún tiempo cómo van quedando por el camino figuras rotas, o tienen que largarse a otras latitudes, o ejercer de outsiders de sí mismas, y nosotras nos perdemos todo lo que podrían haber dado de sí, haber sido, lo que seguía al maldito golpe de olfato del rastreador cultural. Nada permanece. No tenemos tiempo para catarlo siquiera.

Sé que la Cultura no es un tema de actualidad, pero España es el país invitado en la Feria de Frankfurt y me ha dado por recordar aquellos tiempos en los que empezó esta picadora de carne, y en las ausencias que han ido quedando por el camino, autoras y autores que tenían cosas que decir. Además, manejaban sus lenguajes bien, algunos notablemente. Hablo desde la literatura como podría hacerlo desde el arte, el pensamiento, la música... Creo que de vez en cuando tenemos que pararnos a pensar en esto, y un rey en una Feria Internacional del Libro es buena excusa.

La vida te baja a hostias de la peana dorada, sin duda, pero sus ritmos son otros. Ahora la feria del consumo de inteligencias o de personajes o de promesas les da una patada en los dientes antes aún de que abran la boca tras haber posado para las páginas de moda del suplemento de turno. Me gustaría gritarlo, advertírselo como una veterana aburrida y alejada mientras recuerdo las mejores mentes de mi generación ni siquiera destruidas por la droga.

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