Posibilidad de un nido

Acabará pasando algo y será duro

Acabará pasando algo y será duro

Una mujer en patinete eléctrico en Times Square, Nueva York (Estados Unidos) el 8 de diciembre de 2021. — ANDREW KELLY / REUTERS

Mi hija me espera en casa para ver el siguiente capítulo de Strager Things. Ella sabe que no me vuelve loca. Yo sé que conoce lo diálogos de memoria. No nos importa. Ese ejercicio se ha convertido en un flotador sobre la marcha, no un salvavidas diseñado para la tormenta, no la respuesta a algo que conozcamos, sencillamente el mínimo plástico hinchable para el día de hoy. Cada día es el día de hoy.

Como mi hija me espera con tal propósito compartido, yo me niego a prolongar cualquier jornada, participación, cita y similar laboral. El tiempo que llevo haciéndolo (apenas un par de meses) me ha permitido comprender hasta qué punto había llegado mi sobreexplotación.

Por ceñirme a los artículos publicados en este diario (hay algunos más, anteriores), recuerdo dos al respecto: Uno de mayo de 2017 titulado Vivir no debería resultar tan difícil, y otro de septiembre del año pasado, Vivir aquí y ahora no debería doler tanto. Es éste un asunto que no me quito de la cabeza.

En 2020 se empezó a hablar de la llamada Gran renuncia o Gran dimisión. Consistía en el hecho de que millones de trabajadores y trabajadoras abandonaran sus empleos, renunciaran a ellos porque no les merecían la pena. Cada día sale el último artículo al respecto. El pasado mes de abril de 2022, Público difundía lo siguiente: "Casi 50 millones de trabajadores estadounidenses renunciaron a sus empleos en 2021, una cifra nunca vista en lo que llevamos de siglo XXI. Este fenómeno conocido como la Gran Renuncia podría tratarse de algo más que una situación coyuntural derivada de la pandemia de covid-19 convirtiéndose en el indicativo de un nuevo enfoque del concepto de trabajo: ¿nos hemos cansado de vivir para trabajar?". La noticia venía a sumarse a otras muchas en los medios, y no solo referentes a los EEUU. Pero esos ¡50 millones de trabajadores! estadounidenses sirven de base, cómo no, para la pregunta que se lanza acerca del trabajo y el hartazgo de trabajadores y trabajadoras.

Los medios internacionales, en especial los norteamericanos, no han dejado a día de hoy de interrogar a las personas que han dejado su empleo cómo ha modificado eso su vida, sus relaciones, su ser en esta sociedad. Sin embargo, dichas preguntas resultan inútiles en tanto en cuanto parten de quienes permanecen en sus empleos. Es como cuando políticos y periodistas disertan sobre eso que llaman "pobreza energética" y deberían llamar pobreza a secas, o sobre los desahucios etcétera. No puedes saber lo que es comer arroz 20 días al mes si no te ves obligada a ello. No tienes ni pajolera idea.

Si tu salario te permite pagar techo, alimentos saludables y variados, suministros (agua, gas, luz, teléfono...), reparaciones domésticas, transporte, ropa y calzado, material escolar y alguna escasísima forma de ocio, si cobras lo suficiente para eso, no puedes entender lo que significa salir cada mañana a vender tu tiempo a cambio de que la vida se le acabe a tu familia el día 2 de cada mes. Y punto.

Preguntémonos ahora qué significa que eso suceda en la parte más rica del mundo, en Estados Unidos y Europa, sin ir más lejos. El artículo anteriormente citado de Público enumeraba varias causas: Conciliación familiar imposible, flexibilidad insuficiente, problemas de salud mental, bajos salarios, ayudas públicas, desmotivación y desvinculación emocional, más riesgo/menos conservadurismo, búsqueda de la felicidad. No son muy diferentes de las que maneja el resto de medios. Y de nuevo cabe preguntarse algo tan pedestre como ¿qué sabrán ellos?

La parte más rica del mundo, la blanca, la del capitalismo rampante, la de las erizadas fronteras, el paraíso aquel donde hace un par de años empezó la llamada Gran renuncia es hoy, tras ese abrir y cerrar de ojos, un lugar peor, mucho más penoso, un territorio donde los ricos engordan sin limitaciones mientras pierde peso, aliento y vida la inmensa mayoría de la población, no ya los "renunciantes", sino los empleados y empleadas, quienes tienen un pequeño negocio, sus familias.

Cuando, cada día, al caer la noche, me siento junto a mi hija ante nuestra sesión diaria de límite laboral, de punto y final a la producción de la jornada, pienso y no digo Gran renuncia. Pienso y no digo De todo esto hace ya mucho tiempo. Pienso y no digo ¿Era esto, compañeras, era esto? Después, le doy las buenas noches y sé que acabará pasando algo y será duro.

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