Posibilidad de un nido

Ni la izquierda prohíbe ni yo soy puritana

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, conversa con el líder de Vox, Santiago Abascal, durante desfile militar en el Día de la Hispanidad. -Eduardo Parra / Europa Press
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, conversa con el líder de Vox, Santiago Abascal, durante desfile militar en el Día de la Hispanidad. -Eduardo Parra / Europa Press

Recuerdo con verdadero cariño la primera vez que me llamaron puritana, hace cuatro o cinco años. El regocijo que me produjo vendría a ser como el que siente la alumna ingobernable al recibir la medalla a la obediencia de manos de quienes consideran la obediencia un valor. Desde mi más tierna juventud oyéndome lo de indecente, chupapollas, pervertida, procaz, impúdica y ya luego zorra, guarra, puta... para de repente pasar a ser –e imagino que así sigo— una puritana. Si no me lo tatué fue porque sin duda en ese momento no tenía pasta.

Me convertí en puritana a fuerza de feminista, por lo que entendí entonces. Del mismo barro sale la actual basura que afirma que el mayor y casi único empeño de la izquierda consiste en prohibir. Pero esas gentes de las derechas no usan las palabras adecuadas, no nombran aquello a lo que se refieren. Cada vez que los oigo (y digo "oigo", no digo "escucho"), pienso en el Juan Ramón de Eternidades: ¡Intelijencia, dame/ el nombre exacto de las cosas!/ Que mi palabra sea/ la cosa misma,/ creada por mi alma nuevamente.

Aquello a lo que se refiere esa panda al grito de "libertad" y que si tal tiene el nombre no de prohibición, sino de regulación. Aunque, de paso, también podríamos llamarlo ordenamiento jurídico, o sea el conjunto de normas que rigen cualquier sociedad, en este caso la nuestra. De eso trata exactamente el derecho, las leyes, los principios que nos permiten convivir sin devorarnos. Algo tan sencillo como que el color rojo en un semáforo nos prohíba el paso. Oh.

Yo soy puritana porque estoy a favor de regular, además de los semáforos, los asuntos referentes a las relaciones sexuales, localizar las violencias ahí, definirlas, tipificarlas, sancionarlas. ¿A quién podría molestarle? A quien tenga el privilegio de ejercerlas y no quiera verse privado de él, sobre todo. También a quien le compre el boleto de feria de que nos priva de libertades, cada cual sabrá por qué. ¿De qué libertades nos priva? Pues eso.

Pensaba en estas cosas viendo los fastos del 12 de octubre, las gentes envueltas en banderas de España, los gritos y cánticos de algunos, pero sobre todo, ante esa foto en la que aparecen los líderes de Vox Iván Espinosa de los Monteros y Santiago Abascal, y los del PP Cuca Gamarra y Alberto Núñez Feijóo. La extrema derecha y la derecha dura, las abanderadas de esta nueva versión del "prohibido prohibir". Que en realidad quiere decir, ya me perdonarán que insista, prohibido regular.

Guardo con especial cariño una frase de José María Aznar. Corría el año 2007, la DGT había lanzado una campaña alertando sobre la conducción bajo los efectos del alcohol. Hubo un tiempo en que eso no estaba regulado, y un día se hizo, o sea se prohibió conducir ebrio. El inefable expresidente del Gobierno dijo entonces: "A mí no me gusta que me digan 'no puede ir usted a más de tanta velocidad, no puede usted comer hamburguesas de tanto, debe usted evitar esto y además a usted le prohíbo beber vino'". Ah, qué delicia. Ahí está resumido todo todito todo. "A mí usted no me dice cómo tengo yo que...". Añadan a continuación, por ejemplo: contratar a mis trabajadores, tratar a mi mujer, educar a mis hijos, alquilar mis propiedades, pagar a la asistenta, deshacerme de mi basura, follarme a quien me salga del carajo, estacionar mi coche, tratar a un animal, mover mi dinero, difundir lo que me dé la gana. Por ejemplo.

De eso se trata. Echando la vista atrás, las palabras de Aznar adquieren hoy toda su barbarie. Regular el consumo de alcohol al volante, como prohibir fumar en restaurantes y similares, aquella ley antitabaco que iba a hundir la hostelería española, fueron sencillamente pasos que quedaba por dar. Pero no solo están los asuntos pendientes, que son muchos, sino que el paso del tiempo y nuevas realidades exigen sus regulaciones. El ciberacoso era una idea ni siquiera remota hace solo una década. No lo eran, en cambio, los derechos de las empleadas del hogar. Siempre han estado ahí. Uno y otro ejemplo ilustran nuevas normas, y por supuesto, como toda normativa, llevan implícitas sus prohibiciones. Está prohibido acosar online, está prohibido tener esclavizada a una trabajadora del servicio doméstico. ¿A quién podrían molestar tales medidas? A los acosadores y a los explotadores.

Como digo, me ha dado por pensar en todo esto al ver la foto de Iván Espinosa de los Monteros, Santiago Abascal, Cuca Gamarra y Alberto Núñez Feijóo. Aunque parezcan a menudo villanos chuscos de El Jueves, esta gente llegará a gobernar España. Tarde o temprano será así, y mucho me temo que será temprano. Cada día, junto con Isabel Díaz Ayuso y semejantes, se encargan de dejar claro que están en contra de regular la vida común. Lo llaman prohibir como a mí me llaman puritana. Cuando eso suceda, cuando estén en el Gobierno, habrán ganado aquellos a quienes les molesta que se ordene nuestra convivencia. Y de nuevo: ¿a quién podría molestarle?

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