Posibilidad de un nido

Millones de tipos desgraciados

Pixabay.
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La llaman Manosfera, que viene de man (hombre) y sphere (esfera). Es el conjunto de espacios virtuales de diverso pelaje donde hombres misóginos comparten con otros hombres misóginos sus cositas. Acabo de conocer el término gracias al informe de la FAD Jóvenes en la manosfera. Influencia de la misoginia digital en la percepción que tienen los jóvenes de la violencia sexual realizado por las investigadoras Elisa García-Mingo y Silvia Díaz Fernández, cuya lectura recomiendo encarecidamente.

El estudio se basa en cinco "comunidades" cuya existencia como tales tampoco conocía y que me tienen fascinadita. A saber: Los MGTOW (Men Going Their Own Way, literalmente, "hombres que siguen su propio camino"), que son los que creen que vivir en una sociedad que privilegia estructural y salvajemente a las mujeres y subordina, somete, maltrata etc a los hombres; los Activistas de los Derechos de los Hombres, que piensan básicamente lo mismo, pero añaden la arrebatadora teoría de que responde a una conspiración feminista; los Incels (Involutarily Celibate), o sea que no consiguen pareja ni follan, pero no porque no quieran, que ya querrían, sino porque no encuentran cómo, así que son partidarios de ejercer la violencia contra las mujeres, digamos que porque se merecen el castigo; los Gurús de la Seducción, que son lo que su nombre indica, tipos que te enseñan cómo camelar a una hembra (¿), y en eso vale todo; y Youtubers misóginos.

A todos, y son millones, les une un odio visceral contra las mujeres, y muy concretamente contra las feministas. Así que se juntan en sus círculos de machos biliosos a compartir sus desgraciadas existencias. Conste lo de desgraciadas no lo digo yo, que podría, sino que salta a la vista como mínimo común múltiplo. Sean de los violentos, de los acomplejados, de los desconsolados, de los insatisfechos, de los lerdos, sean del grupo que sea, es evidente que todos ellos sin excepción se sienten desgraciados. Ay, pobres.

El problema es que en la base de su desgracia estoy yo. Vaya, yo y los millones de mujeres que hemos dicho basta. Y eso es muy jodido. Que millones y millones de hombres rabiosos conscientes de llevar una existencia lamentable te consideren culpable de todas sus desdichas no pinta bien, francamente. Lo de la violencia de los hombres contra las mujeres, la misoginia, el machismo estructural es de toda la vida, o sea, es lo que ha sucedido durante toda la Historia de la humanidad. Toda, todita, toda. Y mira tú que en muy pocos años (¿qué son unas décadas con lo que va desde la aparición del ser humano?), en un suspiro, todo parece estarse dando la vuelta. De golpe. Bum.

Es la comunicación, como siempre. Cualquier revolución digna de ese nombre está ligada a un cambio en la comunicación (escritura, imprenta, nuevas tecnologías). Pero sucede que las mismas redes de comunicación, tan recientes que ya me pillaron siendo madre, las mismas que han provocado la tremenda aceleración que vive el feminismo son las que permiten que todas esas hordas de desdichados se hayan organizado, tejan sus propias redes, elaboren argumentos, se hagan fuertes, se envalentonen. Estas clases de gentecillas funcionan en manada. El pajillero acomplejado que suda su frustración en la soledad de su dormitorio puede convertirse en parte de una horda violenta en manada.

Como ya he dicho, a mí la popularización del uso de Internet, que vino con las redes sociales, ya en el XXI, me pilló mayor. Por supuesto, había misóginos, violentos y machistas a gogó en mis alrededores, pero ni eran millones ni –y esto es lo verdaderamente relevante en este asunto– estaban organizados. Ahora sí. Si un desgraciado pensaba "todas son unas putas" (frase recurrente en todas las "comunidades" citadas) podía, como mucho, comentarlo con otros cuatro desgraciados como él delante de un coñac, celebrar juntos su miseria y, en el peor y no poco habitual de los casos, darle una paliza a su mujer al llegar a cocido a casa. Punto. Ahora, ese desgraciado lo comenta con otros miles de desgraciados en lugares a los que tienen acceso millones de desgraciados como él. Todo ello de forma inmediata, a cualquier hora, desde un aparatito que lleva con él las 24 horas del día y se llama teléfono móvil. Esto es nuevo. Radicalmente nuevo. Esto lo cambia todo. Creo seriamente que no tenemos ni pajolera idea de hasta qué punto. ¡Acaba de empezar! Hace dos días, como quien dice, metíamos monedas en los teléfonos y pegábamos sellos en las cartas. Carecemos de la distancia necesaria para verlo, calibrarlo, y por lo tanto prevenir lo que sea que suceda.

Insisto en lo de mi edad para dejar claro que yo, y varias generaciones actuales, he vivido otra realidad absolutamente, drásticamente distinta. Sin embargo, los jóvenes de los que habla el informe sobre la manosfera, no. Ojo a este párrafo: "A pesar de la representación subcultural y exótica que se ha solido hacer sobre la manosfera española, este conjunto de comunidades digitales es un espacio altamente "funcional" para muchos hombres, que acuden a los espacios de la manosfera para aprender, debatir y negociar marcos de sentidos sobre cuestiones vinculadas a la igualdad de género y el feminismo. Además, en muchas de las comunidades online de la manosfera, los hombres (muchas veces jóvenes) acuden a encontrar consuelo, crear vínculos y elaborar tejidos afectivos relacionados con la masculinidad en torno a los sentimientos de rabia, frustración y orgullo herido".

Los chicos jóvenes, sobre todo heteronormativos, tienen a un lado a una generación de chicas cada vez más firmes en su feminismo, organizadas, combativas, con las ideas bien claras. Y al otro lado, enormes comunidades compuestas por millones de machos creadas precisamente contra mujeres como esas. Lo dicho: no tenemos ni pajolera idea.

Hace pocos días, una amiga querida nos contaba que uno de sus hijos (12 años) se quejaba (en términos generales) de que el feminismo actualmente está organizado contra los hombres, los considera a todos culpables sin distinción, ese tipo de argumentos recurrentes en sus más variadas versiones dentro de la red.

La cosa es que los jóvenes, como el hijo de mi colega, crecen desconcertados por razones evidentes. Venga, otra vez: Todo esto ha nacido ayer, no lo conocemos, asistimos a su desarrollo a la vez que participamos en él. Ni pajolera. Los mayores lugares, con una diferencia abismal, a los que acudir "a encontrar consuelo, crear vínculos y elaborar tejidos afectivos relacionados con la masculinidad en torno a los sentimientos de rabia, frustración y orgullo herido" están formados por millones de machos que se consideran, lo admitan o no, desgraciados, y tienen claro de quién es la culpa.

Ay.

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