Posibilidad de un nido

Saquemos las fiestas a la calle

Una niña pasea en su patinete en el parque del Retiro. E.P./Alejandro Martínez Vélez
Una niña pasea en su patinete en el parque del Retiro. E.P./Alejandro Martínez Vélez

Cuando mi hijo mayor era pequeño celebrábamos sus cumpleaños en la playa, en Barcelona. Teníamos una gran bandera pirata. La plantábamos en la arena junto a una caja llena de empanadas y un cubo con hielo y bebidas. Se les decía a los invitados que estaríamos donde la bandera y allí iban recalando menores y mayores. Solía ser el último fin de semana de octubre y toda la chiquillería, hacia las ocho de la tarde, celebraba su fin de fiesta con un baño de mar. Como a esas alturas nadie piensa ya en bañadores, se bañaban con lo que llevaran de ropa interior o en pelotas. Por lo que recuerdo, los padres y madres solían permanecer allí también, mientras poco a poco se iban uniendo otros niños que andaban por la arena y la fiesta resultaba un jaleo festivo sin toallas. Nunca se me ocurrió preguntar si eso estaba permitido.

Con el tiempo, nos mudamos a Madrid y asistimos y celebramos cumpleaños en el Parque del Retiro, en el del Oeste o en la Casa de Campo. Ahora resulta que el Ayuntamiento de la capital española ha prohibido tales fiestas. En fin, dice que ya estaban prohibidas. Imagino la escena de una veintena de criaturas con el emparedado en la mano cantando el Cumpleaños feliz en el momento en el que dos agentes (¿o serán necesarios ocho?) les conminan a abandonar la zona so riesgo de ser multados. ¿Qué deberíamos explicarles entonces a nuestros hijos, nuestras hijas? Una posibilidad consiste en obligarles a elegir solo a cinco compañeros, que son los que suelen caber en las casas de las parejas jóvenes. En fin, de las parejas jóvenes que celebran en los parques públicos. Las que tienen jardín no cuentan en este artículo. De hecho, este es un artículo sobre el clasismo y los espacios públicos. La otra posibilidad es explicarles precisamente eso, que en esta sociedad celebra quien puede pagar un sitio y lo que ese sitio vende.

Pero vaya, ha pasado el tiempo, los míos han crecido y ya no ponemos banderitas ni hacemos empanadas, lo que no ha evitado los problemas. La menor queda con sus amigos y amigas a hacer picnic en un parque público. El otro y sus colegas no tienen dinero para pagar las copas en bares o discotecas. Ninguno de ellos ni sus pandillas lo tienen. Ni ellos ni cientos de miles de chavalas y chavales que pueblan las plazas y los espacios comunes de nuestras ciudades. Ah, pero ahí tienen prohibido beber. ¿Por qué tienen prohibido beber, por ejemplo, sentados en un banco de una plaza? Precisamente por eso, porque es un banco público y no la silla de una terraza de un bar. Así que se da la paradoja de que dos chavalas se están tomando sus cervezas a una distancia de cinco metros la una de la otra. Solo una de ellas realiza una actividad prohibida. ¿Cuál es dicho delito? ¿Beber alcohol en la calle? Evidentemente, no, porque la de al lado está bebiendo el mismo alcohol en la misma calle. Está prohibido hacerlo sin pagar dicha consumición a un establecimiento privado.

No creo que sea casual que la alerta del Ayuntamiento de Madrid sobre los cumpleaños en el Retiro haya coincidido con los comentarios sobre la rave de La Peza, en Granada. Tiene, sin embargo, su gracia la conexión entre dichos grupos humanos: los críos de fiesta infantil y los adultos de fiesta al aire libre. Pienso en esos deseos de que la vida fuera una fiesta sin final. No haré teorías sobre las raves como subcultura etcétera, que hay otras personas más cualificadas. Sí quiero llamar la atención sobre el hecho de que en el fondo todo lo anterior trata de lo mismo. Pagar, consumir, prohibir.

Por eso mismo creo que es el momento de tomar los espacios públicos con el respeto que dichos lugares merecen. O sea, con aires festivos. El momento de sacar las fiestas a la calle, ¿no?

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