Posibilidad de un nido

Los idiotas dan pereza, así que discutamos

Los idiotas dan pereza, una pereza abismal, pereza de desear almohadas y en pensar qué falta en la nevera y en por qué estamos donde estamos y cómo hemos llegado aquí. Los idiotas dan pereza, y eso es tan verdad como que antes teníamos cuatro certezas y con eso íbamos tirando la mar de bien. La cuestión es que, mientras esto último, el juego de las certezas, ha cambiado, los idiotas permanecen. Que permanezcan no supondría tampoco un problema serio si no fuera por las redes sociales y los medios de comunicación, que permiten que esos mismos idiotas se te lancen en manada a la yugular. Y qué cansancio.

Recuerdo cuando intentaron imponernos aquel debate sobre la prostitución que te obligaba a tomar una postura entre dos: abolicionista o regulacionista. Tanto si te entrevistaban sobre la última novela o sobre el caldo de pescado, acababa cayendo la preguntita de marras: ¿Tú qué eres, regulacionista o abolicionista? Por supuesto la respuesta era "No". Pero ¿eres abolicionista? "No". Entonces, ¿regulacionista? "No". Y así hasta que se cansaron de ese asunto y pasaron a las mujeres con pene violándonos en los baños públicos.

Para entonces, nuestras cuatro certezas ya habían volado hechas polvo por el balcón de ventilar, algo que debemos agradecer a las redes, de la misma manera que les afeamos lo anterior. Si algo nos ha enseñado el feminismo en la última década es a pensar sin descanso. Qué gozada, pero a la vez qué lío. Cuando crees que tienes ya por fin algo claro clarísimo sin fisuras, llega una nueva lectura y te lo matiza. O lo pone del revés, y vuelta a empezar. Últimamente, por poner un ejemplo, la revisión de los privilegios gracias a la difusión de contenidos de las mujeres racializadas ha venido a poner patas arriba algunas de mis certidumbres. Bienvenida sea toda duda.

Lo que sucede es que hay una gran parte de la población "opinante" que no lee, que no quiere salir de sus verdades, abandonar la ranciedumbre de su seguridad. Así que –malditas redes, malditos medios de comunicación– en cuanto damos un pasito más, avanzamos pensando, se lanzan como puerquitos a mordisquearnos los tobillos. Y eso es lo que da mucha pereza. Los idiotas y las idiotas no quieren discutir, porque tendrían que poner en duda lo que piensan y eso es algo a lo que no están acostumbrados. Se llama conservadurismo, que todo permanezca como estaba, que por algo estaba así, que no me toquen lo mío, etcétera. Entonces, a menudo, te callas. Te callas porque para qué discutir contra un muro, para qué expresar una cuestión no resuelta, si quienes tienes enfrente se han quedado tan atrás que hablan en otro idioma.

Ay, el feminismo, qué alegrías nos da y qué pereza el resto. Hemos aprendido a pensar sin descanso, a cuestionarnos, a escuchar, a discutir todos y cada uno de los puntos que nos ayudan a crecer, a ser mejores, a hacer de esta sociedad un mundo más justo. Creo, sin duda, que desde el feminismo todo se puede hablar. No nos quedemos calladas. Ya no tenemos cuatro certezas, ni veinticuatro, ni ninguna. Tenemos una forma de ser –y de dudar– en construcción. De ahí mi confianza en que el diálogo político entre las mujeres dará sus frutos. En cuanto a lo de mirarnos en el espejo de los idiotas, se acabó, que ya no entienden nada.

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