Posibilidad de un nido

¿Y si vuelven ellos, amada mía?

Dos mujeres se besan delante de un acto de precampaña de Vox, en Las Palmas de Gran Canaria. EUROPA PRESS
Dos mujeres se besan delante de un acto de precampaña de Vox, en Las Palmas de Gran Canaria. EUROPA PRESS

Decir "Yo amo a esta mujer y la deseo", decirlo en voz alta, hacerlo en público, abrirlo al mundo y a las gentes. Decir "Yo te deseo". Amada, dime qué pasaría si un día no pudiera hacerlo, qué sería de mí. Qué de nosotras, mi querida, si  un día como ya pasó nos callan a patadas el amor, administrativamente, con violencia y las fuerzas del orden a favor.

Te seguiría amando tanto, claro, pero de otra manera. Porque el nuestro también, sí, también, es un amor político. En el acto de amarnos vibra una conmoción, amada mía, que es la de todo amor pero además es un empeño en no callarlo, que se vea. Los amores secretos tienen sus sacristías y sus confesionarios, sus cirios, su amargo aroma a llaga. Nuestro anhelo es lo opuesto.

Invento para ti la historia de aquellas dos mujeres que bailaban un cinco de enero de 1936, noche de Reinas, por los pasillos de la Residencia, se regalaban labios. Nadie decía Lagarto todavía, no se cosieron las bocas, soñaban sueños de cuerpos eternos. Y entonces, justo entonces, llegaron tiempos de cangrejo y alacrán, como siempre pasa, alerta, cordilleras de años sin un verde, y a esas bocas las hicieron nicho, cubrieron todo brillo con su paño negro, les cosieron el himen con lutos superpuestos y cercaron de fauces su otrora alegría. Hasta que una de las dos desapareció, nada se supo de ella nunca más. En la memoria de la otra quedaron las noches estivales del Empordà y un viaje a Nueva York, los meses en Montevideo. Quedó la forma en que se amaron como locas de sus cuerpos, así lo decían, "soy una loca de mi body", y bailaban donde la Ocampo esas disociaciones que ponen las primeras juventudes en el ánimo de las que se desean.

Hoy bailamos nosotras en su nombre, amada mía, y pienso en ellas. Tú sabes de qué hablo. Mujeres amando a mujeres que luego recibieron su castigo, décadas de represalias. Pienso en silencios baúles de familia con llave y en calles principales de provincias, postigos cerrados, manos que se desasen.

"¿Te imaginas que vuelven?", te pregunto.

"Si no se han ido nunca...".

"¿Te imaginas que vuelven a reventar los labios de dar besos?".

"Qué me vas a contar...".

De aquellas dos mujeres de 1936 queda solo el recuerdo de lo que te invento contra todo miedo, diente de tiburón, grandes veleros encerrados en botellas de brandy sobre la madera de una taberna oscura en la Bretaña. Viajar, reír, mandarse cartas como los castaños, desnudas en invierno, con púas en lo verde o en almíbar. "Cuando seamos viejas, estaremos flacas, fumaremos opio", dejó escrito a su amada la que permaneció en España.

Hoy, también en España, un político ha dicho que somos corruptoras de menores en los colegios. Otro, que si la pedofilia. Hablan de madres que secuestran a sus criaturas. Todos los escorpiones sobre sus micrófonos, en cada cucaracho una erección. Nos llaman pervertidas en sus sobremesas. Lo hacen porque pueden, porque está permitido. Pero yo me niego a los amores que se callan, que se esconden, que fermentan. Quiero decir por siempre y en voz alta "Yo amo a esta mujer, y me la como".

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