Posibilidad de un nido

Camiseta del Barça masculino con corte "para chica"

Camiseta del Barça masculino con corte "para chica"
La jugadora del Barça Aitana Bonmatí celebra un gol el pasado enero.- EP

No sé si esperamos demasiado de la realidad. La vida afuera tiene su ritmo, sus recelos, sus inercias, sus machitos y sus señoros. ¿Dónde es afuera? Pues en el lugar donde no están celebrando los avances del feminismo, la valentía de Jenni Hermoso, los relatos de las mujeres al calor del #SeAcabó. Afuera es donde todavía huele a cerrado, cubata en club y bragueta. O sencillamente donde no huele a nada, porque nada ha cambiado.

Paso habitualmente por delante de la tienda oficial del Fútbol Club Barcelona en la calle Arenal de Madrid, junto a la Puerta del Sol. Pese a eso, no me habría dado cuenta de que existía –cosa que ha sucedido este sábado– si no fuera porque mi hija comentó en casa que le haría ilusión tener una camiseta con el nombre de una de las jugadoras del equipo femenino, no recuerdo cuál. Oye, y me vine arriba. Por el hecho de que las crías jueguen al fútbol, porque vi el latido de un triunfo en esa prenda, por lo simbólico, por los últimos acontecimientos y porque soy una madre entregada.

Y hete aquí que por primera vez me he topado con la tienda oficial de marras, justo al lado de la librería La Mistral, a la que acudo al menos un par de veces a la semana. Sí, es lo que parece. Soy un ejemplar más de escritora feminista de izquierda radical blablablá, y nunca en mi vida he ido a un campo de fútbol. Ni siquiera he visto un partido. Pero se ve que este fin de semana he pasado ante lo del Barça en mi faceta madre. Así que, ni corta ni perezosa, he decidido dar un paso que jamás pensé ocurriría: he entrado a una tienda oficial del Fútbol Club Barcelona en el centro de Madrid.

No creo que mi hija ni Jenni Hermoso ni la Selección femenina de fútbol de España ni todas las jugadoras e incluso el desgraciado de Luis Rubiales puedan llegar a imaginar jamás el tamaño de lo que han conseguido de mí. Pero el caso es que sí, he entrado a la tienda. Con una amiga. Hemos entrado una amiga y yo, dos mujeres.

–Bienvenidos.

Así nos ha recibido el atildado mozo evidentemente a cargo del comercio. "Bienvenidos", nos ha dicho. 

–Será bienvenidas, si no le importa –he respondido haciendo gala de mi ser no madre sino escritora feminista radical de izquierdas también radicales pura radicalidad toda yo.

–Ah –ha respondido el tipo, y a la legua se notaba que su cabeza acababa de clasificarme exactamente como lo que soy–, pues bienvenidas.

El retintín en su "bienvenidas" debería haberme dado una pista de lo que estaba a punto de vivir, pero cuando me entrego a la maternidad total, me entrego entera.

–Me interesaría saber cuánto valen las camisetas de fútbol de las jugadoras del Barça.

En mi pregunta quedaba clara no solo mi ignorancia, sino el hecho evidente de que, como ya he dicho al principio, espero y esperamos (algunas) demasiado de la realidad, y que afuera sigue haciendo frío y caspita.

–Tenemos el modelo de las camisetas de chica con el nombre de los jugadores.

–Quizás no me he explicado. No quiero el nombre de los jugadores, sino el de las jugadoras. El nombre de las jugadoras.

A esas alturas, él ya sabía lo que estaba pasando, pero yo creo que no había caído todavía, muy probablemente porque no contemplaba tal posibilidad. O sea, lo de las expectativas.

–Lo que tenemos es camisetas solo de los jugadores en dos modelos, de chico y con corte para chica.

–Pues no quiero nada –he dicho con una soltura que escondiera mi estupefacción. –Muchas gracias.

Y he salido sintiéndome una madre sin mucho recorrido en las nuevas viejas tendencias de lo futbolístico, una feminista con las ilusiones deshinchadas y una mujer que acababa de recibir un inesperado baño de realidad.

Así que me he acercado a La Mistral y he encargado para mi hija un ejemplar de la novela Carol de Patricia Highsmith, que desde aquí recomiendo, porque no defrauda.

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