Posibilidad de un nido

Quiero pagar agua, luz y gas al Estado

El logo de Telefónica, en su sede corporativa en la zona norte de Madrid. REUTERS/Susana Vera
El logo de Telefónica, en su sede corporativa en la zona norte de Madrid. REUTERS/Susana Vera

Me llevé ayer un alegrón inesperado y eso le sienta muy bien al cuerpo. Inesperado en sentido literal, o sea porque no sabía que iba a suceder. E inesperado también porque ignoraba que las cosas de la Economía pudieran llegar a alegrarme de esta manera.

Al grano, que el Estado ha comprado el 10% de Telefónica. Dicen que es por la entrada de los saudíes en la compañía, pero lo cierto es que eso me importa entre poco y nada. Lo que me ha provocado este imprevisto alborozo ha sido sencillamente el hecho de que el Estado entre en la compañía de comunicación. Punto. El Estado, o sea, yo. Y usted.

Recuerdo la época de las privatizaciones, allá por los noventa, las patrañas argumentales que nos vendieron, el apoyo casi unánime de los medios de comunicación. Recuerdo aquella forma obscena de repartir entre los buitres lo que era nuestro, mío, de usted. Aquella manera de destrozar lo público y servírselo con guarnición a las hienas.

La base era —decían muy serios, y se quedaban tan anchos— que las empresas privadas son mejores gestoras. ¿De qué? Son mejores repartiéndose la pasta entre ellos. Sin ir más lejos: Las energéticas ganaron el año pasado 54 millones de euros diarios. Diarios. Cerraron el ejercicio de 2022 con unos resultados récord en los que las siete principales compañías acumularon unos beneficios netos de más de 19.000 millones de euros. Beneficios. Netos. 19.000 millones.

Sin duda, lo suyo lo gestionan de fábula. Ah, pero ¿lo nuestro? Lo nuestro son la luz, el agua y el gas y lo consideramos, fíjate qué cosas, primera necesidad. Porque, llámennos vividores, necesitamos calentarnos, asearnos, cocinar, ver, en fin, ese tipo de veleidades.

Entonces, al leer ayer lo de Telefónica, me puse a soñar, que para algo estamos acercándonos a fin de año. ¿Se imaginan pagar la luz a una empresa pública, a una cuya esencia no sea la usura? ¿Ser imaginan pagar el gas a una empresa pública, a una cuyos gerifaltes no se alimenten de repartirse los restos de nuestro esqueleto?

Porque no es verdad que las empresas privadas gestionen mejor lo público, lo nuestro, lo de todos y todas. Las empresas privadas gestionan mejor lo suyo, o sea ganar dinero a base de exprimir a la población, de crear enormes bolsas de pobreza, hogares donde se vive con frío, con una alimentación deficiente, temblando ante la llegada de la siguiente factura.

En el caso de, pongamos, una marca de ropa o una plataforma de entretenimiento, eso no me parece ni bien ni mal. Cada una sabrá cuál es su ética de consumo. Sin embargo, considero que en caso de los bienes y consumo de primera necesidad, ya va siendo hora de que intervengamos contundentemente.

Se preguntará cómo puede usted intervenir contra gigantes como Enagás, Endesa, Iberdrola, Naturgy o Repsol, por poner algunos ejemplos de los que depende la vida de su familia. Pues tan fácil como usando el Estado, que es el ente que formamos entre todas y todos. Porque el Estado no es lo que nos ha querido vender esa gente, una especie de monstruo tragamonedas ladrón e inútil. El Estado es nuestra capacidad de organizarnos para, por ejemplo, gestionar los servicios más básicos que necesitamos para vivir: agua, luz, gas y transporte.

Y sí, yo me lo imagino. Porque lo viví.

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