Posibilidad de un nido

Urge nombrar lo que vivimos

Palestinos buscan personas desaparecidas bajo los escombros tras los ataques aéreos israelíes, en Khan Yunis, sur de la Franja de Gaza, a12 de enero de 2024. HAITHAM IMAD / EFE
Palestinos buscan personas desaparecidas bajo los escombros tras los ataques aéreos israelíes, en Khan Yunis, sur de la Franja de Gaza, a12 de enero de 2024. HAITHAM IMAD / EFE

Lo mío con la política viene de cría. Lo mío con el feminismo, que es lo mismo, también. Como lo de muchas, muchísimas. Lo que pasa es que no lo llamábamos así. ¿Cómo lo llamábamos? Pues todo daba vueltas entre sentimientos inconcretos como injusticia, rabia, desigualdad, mala hostia, incomodidad, solidaridad. Nombrar resulta fundamental. La primera vez que llamas feminismo a todas las ocasiones en las que has alzado la voz contra un determinado gesto que considerabas injusto —esa forma paternalista en el mejor de los casos, violenta en lo habitual, de tratarte—, la primera vez que lo llamas feminismo sabes que no estás sola. También cuando lo llamas socialismo o izquierda y le pones el nombre, por ejemplo, de un partido. De alguna forma, pasas a pertenecer, y el sentimiento de pertenencia ayuda a pensar en común y a actuar.

—¿Qué está pasando? —pregunta una amiga.

—¿A qué re refieres? —respondo.

—A todo, no sé, al tooodo —hace un gesto amplio con el brazo— esto, al mundo, a lo que está pasando...


Exactamente. Me dan ganas de responder que "lo que pasa es lo que está pasando", como ella afirma sin darse cuenta.

Tenemos nosotras la costumbre de la radio. Acabamos de escuchar "el parte" sobre la guerra en Gaza, sobre las nueva bronca de la derecha contra el Gobierno, sobre la enésima crisis medioambiental, sobre la nueva tensión con Catalunya, esta vez con palabras gruesas sobre la xenofobia, sobre nuevos beneficios económicos de las grandes empresas y algunos datos inconcretos sobre asuntos inconcretos de la inconcreta Unión Europea.

Desde hace algún tiempo, demasiado, nuestra realidad se podría circunscribir exactamente a eso: una guerra en el exterior, una bronca política española, una bronca con Catalunya, el dinero obsceno que ganan las empresas y un dato general sobre la UE. Nuestra realidad se circunscribe a lo que nos cuentan los medios de comunicación, y es tan poco, tan pobre, que empieza a cundir una sensación de estupor y extrañeza.


Eso, entre quienes seguimos pendientes de la información, cada vez menos personas. Porque hay un amplísimo sector de la población que ya no presta atención a eso. La desinformación genera desafectos. No me refiero a las falsas informaciones, a las mentiras, lo que llamaron fake news, sino a este sentir que no sabemos lo que está sucediendo.

El papel de los medios de comunicación, también, es nombrar, poner nombres a los movimientos sociales, políticos, económicos, culturales, que describan el momento histórico que vivimos y a sus grupos protagonistas. Es la forma en la que podemos manejarlo, transformarlo, hacerlo nuestro y sentir, o no, un ápice de pertenencia.

La Guerra fría, el fascismo, el Estado del Bienestar, la Transición, la Movida, la crisis del petróleo, la Perestroika... Hemos manejado nombres para comprender las realidades vividas, para luchar por ellas o contra ellas. Esta inconcreción actual en la que vivimos, este no nombrar lo que sucede, provoca extrañamiento y, sobre todo, impide articular pensamiento y luchas comunes. Urge nombrar lo que sucede, y también señalar quién se beneficia de este estado pasmado de las cosas.


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