A un lado, como ya expliqué, las mujeres narrando las agresiones que hemos sufrido, hablando entre nosotras, compartiendo nombres, actos, fechas. Al otro, un puñado de hombres con el culo apretado y cruzando los dedos para no ser el siguiente. Esta es la imagen que no me quito de la cabeza, la imagen con la que se hacen chistes y gracietas. A mí no me hace gracia. Entre ambas partes, la industria audiovisual, la editorial, el mundo periodístico y el académico, el ámbito deportivo, el escénico, los partidos políticos, cientos o incluso miles de personas a la espera de que suceda lo siguiente.
¿Y qué es lo siguiente? Probablemente que aparezca otro nombre de un hombre conocido acusado de ejercer violencia sexual, o psicológica, o laboral contra equis mujeres. Un hombre que no dejará de trabajar, de seguir con su vida y sus maneras hasta que dos o tres mujeres valientes lo señalen.
Tengo una sensación podrida desde que salió la denuncia contra Carlos Vermut. Esta sensación, que apesta, es la de "ahora le ha tocado a este". Porque detrás de esa afirmación sigue un "le podría haber tocado a otro". O aún peor: "nos podría haber tocado a cualquiera".
No me cabe duda de que, igual que entre nosotras, hay nombres y casos que se repiten en los círculos de las industrias culturales, periodísticas o el mundo político, porque también los conocen, los manejan. Me pregunto si hablan de ello o solo se miran con cara de circunstancias. Me pregunto cómo se dirigen a tal o cual señor, qué comentan o qué callan cuando su nombre suena o lo contrario, o no suena en absoluto.
Este cinismo, este silencio efectivamente apesta. Porque es cómplice. Entonces, ¿de qué estamos hablando? De que tienen que aparecer, de nuevo, dos o tres mujeres con coraje para que el resto respire tranquilo. Tienen que ser ellas las que den su testimonio, o de lo contrario nadie hará nada. Y ya puedo asegurarles que dar ese testimonio no es tarea fácil. Duele, te roba el sueño, tienes que recordar el daño, pasas miedo por el pasado y también por el futuro. Te quedas colgando de un "¿Y ahora, qué?". De nuevo, tienen que "ser valientes". Y quiero recordar que una solo es valiente cuando tiene miedo.
Así que —qué terrible es esto— todo sigue y seguirá inamovible hasta que un puñado de mujeres vuelva a pasar miedo. Mientras, el resto pasa sus días como si nada en esta farsa siniestra esperando a que salga un nombre, y no otros, para decir aquello de "lo de este era un secreto a voces".
Comentarios
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