Posos de anarquía

Siria: intervención sí, intervención no

Cuando comencé a escribir este post anoche, la Liga Árabe estudiaba la expulsión de Siria. La reunión de urgencia comenzó ayer a última hora (española) en El Cairo. Al Asad ha estirado tanto la cuerda de la Liga que ésta ya no puede aguantar más... ¿o sí? Sí, sí que puede, porque hoy he amanecido con la noticia de que la suspensión no ha prosperado. Eso sí, han emitido un comunicado en el que indican que "no podemos quedarnos callados ante lo que está ocurriendo en Siria. Ante La violencia, los enfrentamientos y las muertes que nos entristecen profundamente. La Liga Árabe y todos los países árabes tenemos una gran responsabilidad para poner fin a esta crisis en Siria". Pero no parece que con buenas palabras se vaya a conseguir mucho.

No todo el mundo opina igual a la hora de decidir cuál es la mejor solución para lo que parece innegable: la sistemática violación de los Derechos Humanos de los sirios. No olvidemos que gracias al veto de Rusia y China, el Consejo de Seguridad de la ONU no vetó al régimen sirio... y Brasil, India y Sudáfrica se abstuvieron. Una opción que en materia de decisiones políticas debería estar prohibida, a todos los niveles.

El Consejo Nacional Sirio, en el que se agrupa la mayor parte de los opositores de Al Asad, había lanzado un órdago -ni siquiera un envite-, porque no sólo reclamaba que se expulsara a Siria de la Liga Árabe sino, además, que se reconociera al Consejo como único representante del pueblo sirio. Si la segunda parecía bastante improbable, la primera tenía alguna posibilidad. Al final, ni una ni otra.

Con todo, los ciudadanos sirios no habrían percibido demasiado los beneficios de la suspensión, más bien al contrario. Las pérdidas en productividad que ha supuesto la revolución social a Siria ya superan los 19.500 millones de euros, según apunta el Fondo Monetario Internacional (FMI), y el aislamiento por parte de los países árabes no ayudará a mejorar la situación. Estas son las métricas en contra de las cuales millones de personas se han manifestado este fin de semana por todo el planeta, pero son las métricas que tenemos y las que aplicará Al Asad a su pueblo.

La ONU ya estima en más de 3.000 personas las víctimas del régimen de Damasco. Y suma y sigue. Y el mandatario no parece que se vaya amilanar por la expulsión de la Liga, que antes de la reunión ya amenazó con tomar otras medidas más drásticas si la suspensión no conseguía detener la violencia. ¿Qué medidas si ni siquiera ha aprobado la expulsión? No se ha precisado. Difícil papeleta. ¿Debe la Comunidad Internacional entrometerse en la política interior de un país -a través de cualquiera de sus alianzas mundiales, encabezadas por la ONU- o debe esperar  a que lo resuelvan ellos mismos? Muchos son los partidarios de una intervención, pero todos conocemos la ejecución y, sobre todo, el desenlace. Lo estamos viendo en Libia, con los Cameron, los Sarkozy y los Obama de turno quieren una Libia a su medida. Por eso la misma cantidad de voces que reclamaron la intervención contra Gadafi, hoy la lamentan.

En política internacional no siempre uno puede retractarse a tiempo. Y el pueblo sirio no puede aguantar más y posiblemente sueña con un mismo rasero para todos, a pesar de la mala ejecución y peor desenlace de las intervenciones. Quizás sean ellos, los sirios, los que rompan con esa penosa tradición de contrapartidas, de vidas comerciadas. Al menos, se les debe esa oportunidad.

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