Posos de anarquía

Inmaculada anticoncepción

Nuestro presidente del Gobierno ha salido hoy de su cascarón para aconsejar que se hable de "las cosas que son importantes" en lugar de seguir contando "las cosas que no son las mejores". Por "importante" se refiere a los acuerdos con las fábricas de coches para que sigan produciendo en España, eludiendo aclarar, obviamente, las contrapartidas de estos acuerdos. Me refiero a subvenciones o mejoras en las mismas fábricas a precio de saldo, por ejemplo. Por "cosas que no son las mejores" hace alusión a su supuesta implicación en la corrupción del PP de la que se ha hecho ya eco la principal prensa internacional.

Rajoy, que es un experto en seguir sus propios consejos, sólo ha conseguido con ello que aún con la presunción de inocencia encima de la mesa, la balanza se incline más por su culpabilidad. De otro modo, ¿por qué no comparecer y aclarar o negar de una manera sólida todo cuanto en principio ya está siendo certificado como verdadero un informe de la Intervención General del Estado?

Sea como fuere, hablemos de cosas importantes, de las de verdad, de las que desde la Moncloa pasan por encima como si creyeran que así resulta desapercibido. Ejemplo: la vuelta a los años 80 de las políticas de anticoncepción en España. Desde el Ejecutivo habrán pensado que si este regreso al pasado puede realizarse en la Educación, ¿por qué no en la Sanidad? Y dicho y hecho. Las mujeres que aún tengan derecho a una Sanidad Pública no podrán tomar las píldoras anticonceptivas que mejor se adecúen a sus necesidades... tendrán que tomar las que puedan costear. Ni más, ni menos. A este paso, antes de que el médico siquiera pregunte al paciente "¿qué le duele?", se interesará por "¿cuánto tiene?".

La medida adoptada desde el ministerio de Ana Mato es una muy mala noticia, se mire desde el punto de vista que se mire, pues que deja en la estacada a más de un millón de mujeres que toman el fármaco retirado. Y, de nuevo, desde las filas del PP vuelven a mentir y tergiversar los hechos a conveniencia, puesto que no existen alternativas a las píldoras afectadas tal y como indican, pues muchas de ellas eran de tercera generación y más del 90% de las que se mantienen dentro de la cobertura sanitaria lo son de segunda. Hablando en plata, no se optimiza, sencillamente, se empeora.

Mato y sus adláteres niegan que se trate de una medida ideológica, pero lo cierto es que tanto ella como  el retrógrado Gallardón desde Justicia tienen claro que las mujeres no tienen libertad de elección y que lo mejor para ellas es que paran como conejos o como Dios manda. No podemos olvidar que Mato, la misma que nunca se preguntó en su matrimonio de dónde salía el dinero para tanto lujo -se limitaba a disfrutarlo-, ya la tomó con la píldora del día después, solicitando estudio tras estudio (llegando a cuatro, si no recuerdo mal) hasta que dió con uno que parecía que lo había redactado ella misma.

Pero no hay nada de ideología en esta anticoncepción del sistema sanitario público tan liviana que terminará por ser inmaculada porque no dejará ni rastro... como tampoco en el hecho de que Gallardón se haya convertido en ídolo de los pro-vida entra cuyas filas, paradójicamente, hay mucho partidario de la pena de muerte o de los desahucios despiadados de familias, sentenciándoles a algo que al menos a mi me chirría cuando lo adoso al término "vida".

Así es Rajoy y su tropa, para los que su escala de valores difiere claramente de lo que hoy por hoy reclama la sociedad, de lo que la clase trabajadora -porque esto sigue siendo una lucha de clases, que nadie se despiste- exige. Y algún día habrá que dar la vuelta a las tornas y conseguir que las soluciones de la clase obrera se impongan, aunque éstas sean los problemas de la élite.

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