Posos de anarquía

La persecución a Colau

Ser antisistema no es gratis, hay que pagar un alto precio que no todo el mundo está dispuesto a pagar. Ser honesto basta para convertirse en antisistema y eso, yo mismo lo he vivido en múltiples ocasiones, te puede llevar a perder trabajos, a ser vetado en ciertos círculos o, incluso, a que te interpongan querellas intimidatorias sin fundamento alguno.

Ada Colau es una antisistema que optó por tratar de cambiar cosas desde dentro del sistema. El debate es interesantísimo: ¿es posible realmente cambiarlo desde dentro o realmente necesita ser primero desplazado o, incluso, destruido para levantar uno nuevo? En el seno de los antisistemas, los argumentos y contra-argumentos se cruzan con idéntica contundencia dialéctica.

Uno de los últimos episodios en los que Colau ha vuelto a estar en la picota nos lleva a la Kasa de la Muntanya. El Ayuntamiento de Barcelona ha editado una guía turística de la ciudad en la que se incluye esta casa okupada, que antaño fue casa cuartel de la Guardia Civil. El edificio, obra arquitectónica de la familia Güell, fue abandonada en 1983 y okupada en 1989.

Desde entonces, la Kasa de la Muntanya se ha convertido en un epicentro del anticapitalismo, de l@s antisistema. Objeto de varios intentos de desalojo, de acusaciones de terrorismo anarquista, quienes conocen bien el edificio conocen otra realidad. Saben que, además de convertirse en un símbolo contra el ladrillazo -que vuelve, porque casi el 35% de los nuevos empleos viene de la construcción- y contra esa realidad de miles de familias sin vivienda mientras hay millones de casas vacías, también es un agitador cultural.

La Kasa de la Muntanya es un centro social, un espacio donde se consume y genera cultura, con conciertos, charlas, talleres... todo lo que los medios de comunicación obvian, como también omiten las reiteradas denuncias de quienes desarrollan allí esta labor y en varias ocasiones ha advertido de cómo se vulnera su intimidad, cómo agentes de la Policía, según indican, llegaron a disfrazarse de operarios y, en un colegio de enfrente, instalaron en un falso conducto de ventilación un dispositivo de videovigilancia (cámara, un micrófono y un transmisor digital) para grabar durante las 24 horas del día quién entra y quién sale del centro social.

Que ahora sea noticia Colau por la incorporación de la Kasa de la Muntanya en una guía turística -quizás, vaya usted a saber, porque está catalogada como patrimonio histórico- es un ejemplo más de la persecución que el sistema hace de l@s antisistema. Sin embargo, han pinchado en hueso, porque Colau no parece de las que se arrugan y, además, porque cuanto más se intensifica este acoso e intimidación, más fuerza cobra la convicción de que vamos por el buen camino. Lejos de desfallecer, otro paso al frente, que hace tiempo que tiemblan.

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