Posos de anarquía

Un guardia civil con tanga

La Guardia Civil lo tiene crudo. Pasará un millón de años y continuará siendo un cuerpo antipático, necesario, pero antipático. Claro que el Estado español no le paga por hacernos reír y él no cobra por ser simpático. Esta afirmación está mal vista, es evidente pero, incluso quienes arremetan contra mí por ello, sienten un escalofrío que les recorre todo el espinazo cuando la Benemérita les da el alto a su coche. La posible suspensión de empleo y sueldo durante tres meses de una cabo por haberse quejado a un superior de la falta de chalecos antibalas femeninos en la Guardia Civil, definitivamente, no ayuda.

Vamos a hablar clarito para que hasta el más cavernícola lo entienda. Las mujeres tienen tetas y caderas, unas más y otras menos, pero lo que es innegable es que su cuerpo no tiene la mismas curvas que el del hombre. En consecuencia, un chaleco antibalas de hombre, no sólo incomoda a la mujer, sino que puede llegar a ser peligroso para su integridad porque oculta bajo él su arma reglamentaria. Por este motivo, por mucho que a un jefe de Comandancia, coronel para más señas, le salga de sus cojones poner un chaleco antibalas en un cuerpo para el que no fue diseñado, no cumplirá con su propósito.

Este superior no lo entendió de buenas palabras y la cabo intentó rebajar el lenguaje, me supongo yo, al nivel cavernícola de quien no atendía a razones... y lo soltó: "¿Cómo te sentirías con un tanga?". Claro, el espíritu machirulo, el machismo más recalcitrante salió a la luz y la mujer fue acusada de insubordinación.

Por seguir hablando en plata, ya saben, a nivel cavernícola, me cago en la cadena de mando y en esa sanción por insubordinación. El ministro del Interior es quien tiene la última palabra y confío en que no se le nuble el juicio. El hecho de que se haya prestado más atención a esta frase del tanga que a la denuncia de que las mujeres guardias civiles llevan años sin estar debidamente equipadas o, incluso, a que el rango superior no le da derecho a un coronel a vejar a una persona de rango inferior es insultante. Tanto es así, que si el ministro del Interior fuera sensato, sancionaría al jefe de la Comandancia, dando un recadito al cuerpo: el machismo no sólo no se tolera sino que, además, se sanciona duramente.

Los hechos sucedieron en 2016 y la cabo primero en cuestión se ha convertido en adalid de la reivindicación de chalecos antibalas para mujeres en la Benemérita. ¿Alguien se puede creer que no fue hasta finales del año pasado cuando Interior adquirió al fin 4.730 chalecos específicos para mujeres, de cinco medidas distintas? ¡Qué solas han estado también en esta causa las mujeres! Porque el de esta cabo no es un caso aislado, más compañeras han tenido que ir, incluso, a juicio para lograrlo.

No me pregunten por qué la Guardia Civil me resulta un cuerpo antipático, así en general, sin analizar casos particulares... pregúntenme dónde estaba el resto de los compañeros cuando estas mujeres se quedaron solas, con dolores por la presión de chalecos que no les correspondían y arriesgando su vida porque ni siquiera podían acceder con rapidez a su arma reglamentaria... ¿Dónde estaban, así en general, sin analizar casos particulares? Pues eso.

Qué limpieza de machismo hay que llevar a cabo en la sociedad y la Guardia Civil, como parte de ella, no es una excepción.

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