Se están agotando las horas del circo. Ya confeccionadas las listas de los partidos -las pueden consultar hoy mismo en el BOE-, va llegando el momento en que hay que dejar atrás el ruido, abordar de una manera seria cómo se van a llevar las riendas del país. Ya saben, aquello de "programa, programa, programa"... que ha de ir mucho más allá de la unidad de España.
A lo largo de las últimas semanas, la clase política nos ha recordado por qué en las últimas elecciones generales la mayoría absoluta fue de la abstención: más de 10,5 millones de personas se quedaron en casa, importándoles un carajo las urnas. Una cuota nada despreciable de responsabilidad sobre tal desmovilización descansa sobre los hombros de l@s polític@s.
El espectáculo que han dado durante la precampaña ha sido lamentable: fuego cruzado con fichajes estrella de personas de dudosa preparación, insultos, acusaciones de traición y una mentira detrás de otra. Ese sería un buen resumen de esta precampaña, en la que tampoco ha faltado la voladura descontrolada de la izquierda en plena amenaza de la extrema-derecha en un 'trifachito' inquietante.
A partir de ahora deberíamos escuchar propuestas concretas. Aunque es cierto que los programas electorales gozan de la misma credibilidad que la clase política que lo presenta, al menos deberíamos poder conocer los planes de cada partido para reconducir la grave situación por la que atraviesa España. La miseria se está cebando con la población que, incluso trabajando, no consigue salir del umbral de la pobreza; ni siquiera el derecho constitucional a una vivienda digna existe.
Esta es una campaña electoral en la que no podemos permitirnos el lujo de que el mantra de la unidad de España domine todo. La unidad territorial no les dará de comer. Activar el artículo 155 tampoco, especialmente porque quienes lo quieren activar no tienen ni idea de qué harán después. Tampoco nos podemos dar el lujo de centrar los discursos en el miedo a la llegada de la extrema-derecha; es preciso, en cambio, abordar los problemas existentes y aportarles soluciones reales, viables... sin necesidad de recurrir a las mentiras en las que se apoyan Vox y su hinchada.
Desconfíen de los partidos que no profundicen en sus programas, que no hablen con claridad, que utilicen neolenguaje, que tan solo articulen todas sus propuestas en el amor patriótico sin conocer si quiera cuál es el presupuesto real del Estado. En resumen, huyan de los fuegos de artificio porque, de no hacerlo, pueden perder algo más que un dedo de un petardazo.