Ayer España vivió uno de los momentos más negros en la historia de la democracia. No me refiero a la entrevista a Arnaldo Otegi en el Canal 24 horas de TVE, sino a los intentos anticonstitucionales de censura por parte de los llamados partidos constitucionalistas. Ayer, en pleno siglo XXI, la derecha española representada por PP, Cs y Vox intentaron hurtar a la ciudadanía el derecho recogido en el artículo 20 de la Carta Magna, que determina que todas las personas tienen derecho a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión, al tiempo que indica que esto no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa.
Resulta lamentable que la derecha, cada vez más ultra en todas sus ramificaciones, impida escuchar el testimonio del líder de un partido político democrático, EHBildu, que se ha constituido en Euskadi como una de las formaciones que más ayuntamientos gobierna. Amordazar a un representante político de un partido como EHBildu, que va cobrando más peso año a año y que, para el pesar de esa España intransigente, ha jugado un papel esencial en el cese del terrorismo de ETA, es una barbaridad. Porque si las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, así como la sociedad española en general y la vasca en particular han sido protagonistas en la desaparición de ETA, el espacio político abierto por EHBildu no puede menospreciarse como hace una parte de la población.
La entrevista que tuvo lugar anoche, esa de la que tantas personas se atreven a opinar hoy sin siquiera haberla escuchado, fue la primera vez en mucho tiempo en que se pudo oír la voz de Otegi, que ha cumplido la pena impuesta por la justicia, a pesar de que el mismo Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo sentenció que no había tenido un juicio justo. La ciudadanía tiene derecho a formar su propia opinión sobre él y sobre EHBildu escuchándolo en primera persona, no en base a lo que los exaltados de Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal dicen.
Las víctimas mortales de ETA desde 1968 se cifran en 864. Una auténtica tragedia; una barbaridad que jamás debió ocurrir porque aquella violencia jamás estuvo justificada. Las mujeres asesinadas por la violencia de género, sólo desde 2003, superan las 1.000 víctimas... y siguen sumando. Ojalá que todas esas personas a las que les importa más escuchar de boca de Otegi una condena a ETA en lugar de verle realizar movimientos políticos encaminados hacia la paz, fueran tan contundentes en la condena de la violencia de género, en lugar de aliarse con quienes la banalizan o, incluso, que la fomentan promoviendo la prostitución.
La realidad es una: EHBildu y Otegi rechazan el terrorismo, reconocen su responsabilidad en el dolor causado -incluso diciendo barbaridades como apostillar "más daño del necesario"- y están comprometidos con la construcción de la paz. Totalmente de acuerdo en que hay muchos hechos que se le pueden reprochar, pero ¿avanzamos en esa construcción de la paz centrándonos en esos reproches en lugar de dar voz a quien elección tras elección cuenta con más apoyo de la ciudadanía? Porque si de reproches hablamos, no podemos obviar que el terrorismo de Estado de los GAL, entre 1983 y 1987, asesinó a más de 25 personas en sus atentados, así como que más del 60% de los crímenes de la guerra sucia contra ETA siguen impunes. Si queremos centrarnos en las condenas de crímenes atroces, comencemos por lo anterior, porque esta derecha rancia, heredera de un modo un otro del franquismo, condene esa Dictadura que tanto daño hizo y sigue haciendo a España. Ni lo han hecho ni lo harán, pero quienes queremos avanzar en una democracia real que no llega, no nos quedamos anclad@s en eso... como Otegi no se cogerá un mes de baja por las barbaridades que ayer la derecha y ultra-derecha dijeron de él.