Asisto perplejo al lamentable espectáculo que se está dando con el caso Plácido Domingo. Después de que el propio tenor reconociera su acoso sexual a cerca de una treintena de mujeres hay quien todavía se cuestiona si se deben o no cancelar sus actuaciones. De nuevo, el machismo enraizado hasta el tuétano de los huesos: ¿cómo es posible que a artistas como César Strawberry se le cancelen conciertos por unos tuits y a Plácido Domingo, cuyos abusos están probados, se le siga pasando la mano por el lomo?
Plácido Domingo ha dejado patente que, además, de haber acosado, ha mentido. Ha pasado de hablar de "un comportamiento coqueto" a reconocer que llegó a besar en la boca a compañeras sin su consentimiento. Al tipo en cuestión se le debería caer la cara de vergüenza por haber intentado ocultar lo que en realidad es y, cuando se ha visto absolutamente acorralado, admitirlo y prentender salir de rositas. No será así porque, como tal y como ha indicado el ministro de Cultura y Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes, "hemos entendido que desde el momento en que ha reconocido hechos y ha asumido responsabilidades nuestra obligación es dar cumplida cuenta a eso". Pues eso, cancelar sus funciones es parte de esas responsabilidades.
Si su comportamiento pasado y presente me revuelve las entrañas aún lo hace más el de todas esas personas que siguen defendiendo al tenor a capa y espada o que no se desdicen de los ataques que hicieron en su día a las víctimas. Dudaron de ellas, las desprestigiaron, las tacharon de aprovechadas y oportunistas y, lo que en realidad sucedía es que quien decían que era su amigo, además de acosador, era un mentiroso redomado. En la lista de quienes hoy callan pero adoptaron esa actitud tan mezquina encontramos gente de la política, la ópera, el periodismo...
Por otro lado, no parece tener sentido que muchas de las personas que aplaudieron la cancelación de conciertos de artistas de izquierda por sus opiniones o las letras de sus canciones -con las que no cometen ningún delito-, hoy vean inapropiado que se cancelen las funciones de Domingo. Su incoherencia es superlativa y define a la perfección qué clase de personas son.
En esta materia, la del machismo y la de los abusos sexuales no es posible hacer concesiones de ningún tipo porque, lamentablemente, se han estado haciendo durante demasiado tiempo. Frisando los 80 años, quizás viene siendo hora de que Domingo piense en su retirada, con la deshonra que ya siempre empañará su trayectoria como uno de los mejores y más mediáticos tenores del mundo. Es lo que hay, toca apechugar con sus actos y sus mentiras.