Posos de anarquía

El problema no es Laya, es Marruecos

El problema no es Laya, es Marruecos
La ministra de Exteriores, Arancha González Laya - Robert Ghement/EFE

Tras la remodelación de gobierno anunciada este fin de semana, he leído que el relevo de Arancha González Laya es una suerte de sanción por la gestión que ha realizado con Marruecos. Algunos análisis, incluso, van más allá y afirman que es un gesto de debilidad ante el régimen de Mohamed VI, una manera de contentar los caprichos del monarca alauita. Pareciera que González Laya hubiera enfrentado las continuas provocaciones y deslealtades de Marruecos cuando, en realidad, ha sido una de las titulares de Exteriores más sumisas con el vecino del sur.

España y la Unión Europea (UE) arrastran décadas dejando a un lado los Derechos Humanos (DDHH), especialmente los del pueblo saharaui, a cambio de lazos comerciales y otros intereses políticos con Marruecos. Aunque sea doloroso admitirlo, sería raro que eso vaya a cambiar a corto plazo, pese a que el grueso de la población civil da cada vez más muestras de oponerse a ello. En ese sentido, el cambio de cromo de González Laya por José Manuel Albares no barrunta nada bueno de cara al pueblo saharaui, toda vez que Albares, 'afrancesado de pro', viene de París o, lo que es lo mismo, el mejor aliado del régimen marroquí en la UE.

Quienes hoy ven que un castigo en el relevo de Laya por la ruptura de relaciones con Marruecos son las mismas personas que callaron cuando el ministro de Exteriores alauita dijo públicamente que Ceuta y Melilla tenían que ser marroquíes y Laya guardó silencio. Son las mismas personas que no dieron un golpe en la mesa cuando Marruecos se apropió de aguas internacionales, extendiendo sus dominios hacia Canarias e incorporando para sí posibles yacimientos petrolíferos, y Laya miró para otro lado.

Dicho de otro modo, el único pecado de Laya frente a Marruecos fue no avisar de la entrada del presidente de la RASD (República Árabe Saharaui Democrática), Brahim Ghali, entre otras cosas, porque ¿desde cuándo España ha de rendir cuentas a Marruecos de quién entra en nuestro país? Hablando en plata, quienes reprochan esa actuación a Laya (un auténtico oasis en su habitual sumisión a Marruecos) parecen velar más por los intereses de Rabat que por los de España.

El régimen marroquí, obviamente y haciendo gala de su viperina condición, no ha tardado en presumir de lo que le han servido en bandeja analistas en España: que el relevo de González Laya es para contentar a Mohamed VI. El heredero de Hassan II no estará contento hasta no conseguir el aval internacional de su ocupación ilegal del Sáhara Occidental y la anexión de Ceuta y Melilla para, después, pasar a las Canarias. Esa es la realidad, ese es el aliado al que la ministra cesada, como todos sus predecesores, contentó más que soliviantó y al que presumiblemente y salvo sorpresas, Albares volverá a pasar la mano por el lomo.

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