Posos de anarquía

Dialoguemos, rompe-Españas

Pese al fracaso de su campaña, la alegría de Bendodo chocó con la indiferencia de Ayuso en el balcón de Génova 13, tras los resultados de las elecciones generales del 23J. -ALBERTO ORTEGA / Europa Press
Pese al fracaso de su campaña, la alegría de Bendodo chocó con la indiferencia de Ayuso en el balcón de Génova 13, tras los resultados de las elecciones generales del 23J. -ALBERTO ORTEGA / Europa Press

Es hora de dialogar, dijo anoche Alberto Núñez Feijóo tras haber quedado muy lejos de los resultados que esperan en el PP. Sus pronósticos pasaban por obtener más escaños que PSOE y Sumar juntos y, sin embargo, ha visto cómo lo que llamaron despectivamente "sanchismo" ha salido reforzado, con más votos y más escaños. Ahora, tras una legislatura despreciando a los partidos nacionalistas, Feijóo se ve abocado a hablar con ellos si quiera gobernar. Al PP le toca clavar rodilla en suelo, tratar de formar su propio gobierno Frankenstein y, seguramente, encajar que su campaña y su candidato han fracasado, pese a ganar las elecciones.

"Me hago cargo de iniciar el diálogo", afirmó Feijóo. ¿Con quién? Esa es la gran pregunta, porque Vox resulta imprescindible para que el PP pueda gobernar y es un producto aún más tóxico que el propio PP: los apoyos decisivos para que Feijóo llegue a La Moncloa no están dispuestos a lo que el PP sí, esto es, dar entrada en el gobierno a la extrema derecha. Este ya es un obstáculo mayúsculo y que impide que el PP cumpla las previsiones que daba por seguras, pero hay más.

Feijóo ha despreciado y ha insultado a los partidos nacionalistas que ahora le resultan imprescindibles para gobernar. Como mínimo y además de abrir la puerta al fascismo, al PP le harían falta los apoyos de UPN, Coalición Canaria y PNV.  Especialmente éste último, ya ha declarado en más de una ocasión que jamás se arrimará a Vox y, hoy por hoy, difícilmente al PP. Las ácidas críticas de Feijóo, sus acusaciones de rompe-Españas han salpicado al PNV durante toda la legislatura y eso pasa factura.

La soberbia del PP, la arrogancia de Feijóo y sus secuaces se topan ahora con la realidad: la campaña electoral ideada por Elías Bendodo ha fracasado. Se le queda grande España al malagueño que, si bien en su provincia fue capaz de tejer acuerdos y articular mociones de censura en ayuntamientos levantadas con negociaciones de dudosa moralidad, no ha conseguido trasladar la eficacia de esa falta de escrúpulos a la política nacional. España ha votado libremente y le ha mandado unos cuantos recados: ni existe ETA ni hay terroristas (Bildu se consolida a la cabeza de Euskadi), ni está bien ser amiguete de un narco (una parte de Galicia dio la espalda a Feijóo), ni el 'sanchismo' es tan malo (sube en votos y escaños) ni España quiere un gobierno de derecha extrema.

A pesar de todo, Feijóo se postuló desde el balcón de Génova 13 como quien intentará formar gobierno y acudir a una investidura. Está por ver si, viendo el panorama, Felipe VI asume la responsabilidad que se le presupone y le niega el beneplácito para dicha investidura. Mariano Rajoy lo tuvo menos complicado y fue él mismo el que dejó plantado al rey en 2016. Feijóo anoche no se podía permitir ese lujo porque, a pesar de la victoria y la mejoría electoral del partido, no pretender la presidencia es admitir el fracaso de su liderazgo... más aún cuando en su propio discurso las hordas del PP coreaban el nombre de Ayuso.

Esa misma masa desbocada gritó en más de una ocasión "Que te vote Txapote". Ese es sin lugar a dudas un buen resumen de lo que hoy es el PP, donde el odio ha echado raíces tan profundas que llega al desvarío. ¿Quién en su sano juicio puede esperar que el PNV vaya si quiera a tocar con un palo al PP del "que te vote Txapote"? Nadie y eso le llevará al patio de butacas, a ver la función como espectador. A partir de hoy es probable que Feijóo vuelva a vestirse como Fakejóo y niegue su instrumentalización de las víctimas de ETA, sus agravios al resto de fuerzas políticas, su cuestionamiento de las instituciones y del Congreso... pero, como han demostrado las urnas, España lo sabe. España quiere avanzar, soltando el lastre del fascismo.

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