Posos de anarquía

Moralmente, el Mundial 2030 es nuestro

Moralmente, el Mundial 2030 es nuestro
Álvaro Morata (2i), César Azpilicueta (2d), Rodrigo Hernández (i) y Marco Asensio, capitanes de la Selección nacional absoluta, a 4 de septiembre en Madrid. - EFE

El escándalo Rubiales continúa y se hace duro encajar que la FIFA se alce como un oasis en el desierto machista, como el único que ha tenido una actuación temprana y contundente con el miserable comportamiento del todavía presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF). La FIFA, cuya moralidad es más que cuestionable, ha adelantado por la izquierda, incluso, al Tribunal Administrativo del Deporte (TAD), cuya resolución impide al Gobierno la suspensión de Rubiales. Así las cosas, ¿está en juego la candidatura para el Mundial 2030? Debería, pero ¿cuándo ha importado la igualdad y los derechos fundamentales para albergar un evento internacional?

El comunicado de la selección masculina de fútbol no ha sido la gota que ha colmado el vaso, porque éste hace ya demasiado tiempo que rebosó. Un comunicado tardío, insuficiente, que ni siquiera menciona a Jenni Hermoso y lo único que parece pretender es salir del paso, cubrir expediente y, sobre todo, espantar preguntas incómodas en un momento en el que, como dice la futbolista Verónica Boquete, más se precisan respuestas contundentes. No ha sido el caso de la Roja, que ni siquiera tuvo el coraje de admitir preguntas en su comparecencia porque, en el fondo, está más cerca de Rubiales que de Hermoso.

La infame intervención de Morata y sus compañeros venía precedida por una RFEF que, como tantos otros, tan solo reculó cuando la presión popular en pro de la igualdad era aplastante, y cuya actuación también ha sido más que descafeinada. Toda la cuadrilla, en realidad, está en la misma línea, pues el propio seleccionador nacional, Luis de la Fuente, agachó cabeza y presentó sus disculpas con una inconsistencia en sus justificaciones tan palmaria como el machismo de rebaño que destila el fútbol español.

Había esperanzas en el TAD, pero su fallo sentenciando que no percibe abuso de poder en la agresión de Rubiales a Hermoso ha tirado todo por tierra. Quizás, considerando el bajo rasero de la FIFA en materia de igualdad, con el último mundial de Qatar como exponente de su moralidad, todo esto sume a la postre de cara al Mundial 2030. Todo dependerá, claro está, de la cantidad de dinero que se mueva, como sucede con todos esos jugadores que optan por llenarse los bolsillos en Arabia Saudí mirando para otro lado en materia de derechos humanos o cómo ayer mismo conocíamos con los informes de la Guardia Civil con el caso Negreira.

Si Qatar pudo ser sede de un Mundial, ¿por qué no iba a poder serlo España? Si la podredumbre moral de nuestro fútbol y nuestra RFEF no fuera suficiente, sumar a Marruecos en la candidatura mundialista redondea la jugada, aportando este tinte de dictadura. Simbólicamente, además, se ha querido introducir a Ucrania en la candidatura, combinando en el mismo paquete a un país invadido y a otro invasor, con Marruecos ocupando ilegalmente el Sáhara Occidental.

¿Y Portugal? Qué bueno sería que nuestro vecino se apeara de la candidatura mundialista, que nuestro país vecino volviera a darnos una lección, recordándonos una vez más que haríamos bien mirándolo más. España no merecería el Mundial 2030 si el fútbol representara ese ideal de valores que hace demasiado tiempo que se esfumó. No es el caso, el denominado "deporte rey" es puro negocio, primando la cuenta de resultados por encima de cualquier aspecto deportivo y ético. La moral de cloaca que ya destiló la FIFA en Qatar está instalada en el fútbol español; aprovechándola, solo resta saber mover los maletines adecuados y el Mundial 2030 llegará. Ese es el espíritu mayoritario del fútbol que mueve masas. Moralmente, el Mundial 2030 es nuestro.

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