Punto de Fisión

Pim, pam, pum, fuego

A Tomás Gómez lo han defenestrado por envidia, por guapo, porque en unos cuantos reportajes exhibió imprudentemente su porte esbelto y su trabajo en el gimnasio como contrapunto atlético a la belleza anodina y natural de Pdr Snchz. Por pura lógica biológica, Snchz, el joven macho dominante del psocialismo, se sintió amenazado por Gómez, un viejo aspirante al liderazgo de la manada que todavía conserva parte de sus dientes. Aparentemente, la decisión de expulsarlo viene dada por la investigación judicial y policial del sobrecoste en la construcción del tranvía de Parla, pero, con numerosos antecedentes que van de Alfonso Guerra a los 265 imputados por el caso de los ERES andaluces, prácticamente sería la primera vez que la ejecutiva del PSOE corta de golpe un miembro (amputado, no imputado) sólo porque huele un poco.

De pasada, junto a Tomás Gómez, la defenestración ha arrastrado a Antonio Miguel Carmona que, entre mitines de campaña, partidos de fútbol, visitas a colegios y apariciones televisivas, no tuvo tiempo ni de ponerse unos guantes de amianto ni de apartar las manos del fuego. Es más, no sólo no las ha apartado sino que, en un gesto de amistad política y personal que le honra, las ha metido en la sartén hasta el codo. Carmona se encontraba ante la disyuntiva de cortar la cuerda o escoltar a su compañero al vacío, un clásico del alpinismo que relata Joe Simpson en su memorable Tocando el vacío. Con una pierna rota, rapelando gracias a una cuerda de cincuenta metros, Simpson iba destrepando la aterradora pared norte del Siula Grande cuando de repente perdió pie y se encontró colgando en el abismo. Arriba sólo le sujetaba su compañero, Simon Yates, quien cada vez se encontraba más cansado y que pronto tuvo que escoger entre cortar la cuerda de un tajo o acompañar a Simpson en su caída.

Hay toda una montaña de bibliografía formada por detractores y defensores de la decisión de Yates, quien finalmente eligió cortar la cuerda y que fuese lo que el Siula Grande quisiera. Lo cierto es que esa solución tajante salvó la vida a los dos, aunque a Simpson, incapaz de ponerse en pie, le costó un descenso entre infiernos de piedra, una odisea a través del glaciar y un tercio de su masa corporal. Carmona está aguantando a pie firme y con las manos churruscadas el peso muerto de Gómez, que aun amenaza con tribunales y cuya resistencia puede suponer el epitafio del PSM, un partido que lleva más de dos décadas haciendo oposiciones a bombero torero y perdiéndolas todas.

En una semana, cuando por primera vez lo tenía a tiro para tomar la plaza fuerte de Madrid, la izquierda española ha decidido hacerse el harakiri e irse a la mierda ella sola. "Pim, pam, propuesta", era el lema de Carmona para estas elecciones. No se esperaba que la respuesta fuese un portazo de su misma directiva (pum, fuego) en sus propias narices. Es verdad que la política hace extraños compañeros de cama, pero lo más divertido es cuando las cosas se calientan hasta el incesto. Lo que se debe estar riendo Jaime Lissavetzky, al que hace unos meses me encontré en la cava de Jesús Llano en el estanco de Cardenal Cisneros y, mientras compartíamos sendos Partagás, nos comentó lo dolido que se sentía por la traición de Carmona. La situación en Madrid, a tres meses de las elecciones, es la de un circo de tres pistas -cuando no de cinco o de ocho-, con Izquierda Unida descabezada, Podemos bostezando, UPyD intentando fichar de candidato al Pocoyó de la Puerta del Sol y el PP aún pensando si renovar a Ignacio González, descongelar a Esperanza Aguirre o cerrar ya la pescadería. Mientras tanto, en medio del crudo y frío invierno, Carmona sigue calentándose las manos al fuego de Tomás Gómez. Que ahí fuera hace frío.

 

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