De entrada, no parecía muy buena idea volver a sacar a ETA en las elecciones autonómicas vascas por muchos motivos. El primero y principal, porque el animalito lleva doce años muerto y llevárselo a la boca cada vez que la abren no resulta precisamente higiénico ni saludable para los candidatos. Al final la merluza podrida de ETA ha pasado factura a la derecha española, que se levantó el lunes con una resaca de txakolí con anisakis, preguntándose cómo ha podido pasar semejante cosa. Ahí va, la hostia, vascos votando a Bildu y al PNV en lugar de votarlos a ellos, al Vox y al PP, que los llaman terroristas, asesinos y cómplices de asesinos un día porque sí y otro porque les apetece. Se ve que, después de lo bien que funcionó el "que te vote Txapote" en las elecciones generales, tenían ganas de repetir el éxito en Euskadi.
Sin embargo, el segundo motivo es que, aparte del terrorismo etarra, del recuerdo de los coches-bomba, los secuestros de empresarios, las cartas de extorsión y los tiros en la nuca, la derecha española no tiene mucho que ofrecer a la sociedad vasca. Concretamente, no tiene nada. La confesión se le escapó a una dirigente del PP vasco en 2015 y el ex ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, la repitió ante las cámaras: "Desde que no nos matan, no tenemos proyecto". Es triste reducir la política nacional, autonómica y municipal a una constante lección de victimismo, pero qué le vamos a hacer, así son las cosas. Más triste todavía es el victimismo sin verdugos, el victimismo en diferido, con doce años y cincuenta puntos de cociente intelectual de retraso.
En la jornada de reflexión había cavernícolas que se atrevían a sacar en las redes sociales fotos de los atentados, restos de explosiones, manchas de sangre en las calles, nombres de víctimas, incluso el rostro sagrado de Miguel Ángel Blanco para denunciar el intolerable blanqueo del terrorismo que, según ellos, está realizando Pedro Sánchez con Bildu y el entorno abertzale más de una década después de la extinción de ETA. Blanqueo, un término en verdad poco afortunado, después de conocerse que el PP utilizase la Fundación Miguel Ángel Blanco, entre muchas otras, para financiar irregularmente varias campañas electorales.
Parece que, aparte del PP y Vox, no había más opción que votar a Bildu el pasado domingo 21, y según Feijóo, se podía hacer de tres maneras: la directa, cogiendo la papeleta de Bildu; la encubierta, cogiendo la del PSOE; y la aplazada, cogiendo la del PNV. Algo más concienzudo, Abascal explicaba que votar al PP también es otra manera de votar a Bildu, algo en lo que por una vez habrá que darle la razón, ya que, tras las elecciones, Javier de Andrés, candidato del PP vasco, le tendía la mano al PNV con el mismo gracejo con el que, en los años de plomo, Aznar bautizaba a ETA con el heroico sobrenombre de "Movimiento Vasco de Liberación". Únicamente le faltó ponerse una capucha y agarrar una serpiente y un hacha.
A Pello Otxandiano tampoco le hubiera costado mucho decir, cuando le preguntaron, que sí, que ETA fue una banda terrorista, porque como mucho Bildu habría perdido doscientos votos. Sin embargo, prefirió responder que se trataba de una banda armada, y menos mal, que un poco más y dice que ETA fue una banda de rock radical vasco. En el PSOE, siempre tan pragmáticos, fingieron escandalizarse mucho con la respuesta, como si los de Bildu no fuesen colegas de coalición y compañeros de viaje, a ver si pescaban algún voto en una aldea de Vitoria. Total, el PSOE se acuesta con quien sea y, entre pactar con la derecha vasca o con la izquierda vasca, mejor pactar con las dos en la misma cama. No le hacen ascos a nada.
Casi todo el mundo celebraba las elecciones al día siguiente como si las hubiesen ganado, salvo Podemos, que no tenía nada que celebrar, y Abascal, que empezó su valoración diciendo que le disculparan que no se pusiera a dar saltos de alegría. "ETA y el partido separatista vasco han ganado las elecciones" explicó, una frase de molinero que revela los años-luz que separan al dirigente de Vox de la realidad, de la lógica, de la vergüenza y del sentido común. En una sola consigna no sólo resucitó a un grupo terrorista extinguido hace doce años, sino que fundió al PNV y a Bildu, dos formaciones antagónicas, en un sintagma digno del mejor Aznar. "Y que los españoles la vamos perdiendo desde hace mucho tiempo" concluyó. Con esto se refería exclusivamente a él, que ni siquiera pudo ganar en su pueblo natal, Amurrio, pese a haber dado la brasa facha en media docena de mítines en Álava. Nadie es profeta en su tierra, ni siquiera Abascal. Para las próximas elecciones, seguid con la matraca de ETA, que os va a ir de dulce.
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