Punto de Fisión

Nos ha nacido un Pedro Sánchez... (y también un Íñigo Errejón)

En el PSOE los muertos no les duran nada. A Josep Borrell lo despeñaron por un barranco y reapareció hace poco como una estrella fugaz para disputar el liderazgo del partido, pero se cayó en seguida otra vez por el mismo barranco y con la misma prisa. Borrell era, sin duda, la mejor alternativa de la que disponía el PSOE entonces y por eso mismo lo masacraron. Da mucho miedo pensar en la de mierda que no habrá en la cocina de un partido que tira a la basura filetes como Borrell para poner de menú guisotes tipo Almunia, Bono, Díez, Díaz, Rubalcaba o Zapatero. Chicote se habría batido las arterias con una minipimer.

La segunda muerte de Borrel ha resultado casi tan triste como la primera. La farsa repitiéndose como historia. Tuvo que renunciar después de ser imputado en el caso Abengoa y de que saltara la noticia de que una inexistente firma británica especializada en compra y venta de divisas le había guindado por internet ciento cincuenta mil euros. Cuesta creer cómo alguien tan brillante -ingeniero aeronáutico, doctor en Ciencias Económicas y catedrático de Matemáticas Empresariales- pudo caer en una burda estafa de internet, pero no era, ni mucho menos, el peor timo que había sufrido Borrell. Antes había creído en Felipe González. Y con él, millones de españoles.

Felipe es otro ejemplo de la falta de consideración que sienten en Ferraz por sus cadáveres. En lugar de conservarlo en su panteón sevillano y sacarlo únicamente en las fiestas de guardar, Felipe sale a torear en cualquier consejo de administración o en cualquier linchamiento público a poco que se lo pida el cuerpo. Que se lo pide mucho. El último linchamiento tuvo lugar en la misma calle Ferraz, comandando a la cuadrilla de espontáneos que saltó al ruedo para apuntillar al último secretario general elegido democráticamente en unas elecciones. En el PSOE la democracia sienta peor que una cena navideña de empresa, se atragantan con los resultados y luego el empacho se alarga meses.

Sin embargo, aquel muerto, Pedro Sánchez, todavía se resiste a ser el cadáver en el entierro y deambula cual alma en pena por las catacumbas del partido. Para unos, es un enviado divino, un Niño Jesús renacido después de que lo crucificaran; para otros, un oportunista y una oportunidad perdida; y para la gestora, el Anticristo. Entre el sanchismo y el susanismo anda el patio ferratino como la prisión de The Walking Dead, unos abriéndose la cabeza a otros y otros rebañándoles los hígados a unos, sólo que aquí no se sabe muy bien cuáles son los muertos y cuáles los vivos. Quiénes están más podridos, de eso no cabe duda alguna. Pero podrían aprender de los de Unidos Podemos, que si salen indemnes de ésta van a tener que rebautizar la agrupación como Unidos Podemos Matarnos. Eso sí, ellos cuando montan un pollo interno se degüellan al estilo evangélico, con abrazos de buena voluntad, sonrisas angelicales, mucho amor, mucho cariño y muchos besos de Judas. Les ha nacido un Errejón como un orzuelo, y en vez de oro, incienso y mirra, de regalo le han traído una cruz y unos clavos.

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