Punto de Fisión

First dates con el rey

El discurso del rey Felipe VI durante la nochebuena pasada ha batido una marca histórica a la baja. Afortunadamente casi nadie se ha dado cuenta: en pocos hogares españoles está encendida la tele a esas horas. Es demasiado pronto para empezar a cenar y demasiado tarde para echarse una siesta. Además, el grueso de la población desconfía ya mucho del televisor porque saben que en cualquier momento terminan los anuncios y emiten un programa. Al pillar el discurso empezado algún despistado se pensó que el rey estaba intentando venderle una moto.

Para conseguir que la gente se agolpara frente a las pantallas, el rey tendría que haber anunciado algo bien gordo, por ejemplo, una invasión extraterrestre, como cuando Orson Welles acojonó a Estados Unidos con su retransmisión de La guerra de los mundos. Jorge VI logró aglomerar a los británicos junto a sus aparatos de radio el día en que declaró la guerra a Alemania, aunque muchos se quedaron hasta el final sólo para comprobar si de verdad era tartamudo.

La casi totalidad de los análisis de la prensa en papel coinciden en alabar sin tregua el discurso: se nota que tampoco lo vieron. Se ha especulado con que la renuncia de TV3 a emitirlo ha contribuido significativamente a este brusco descenso del share. En efecto, si hay una comunidad en la península donde el público se aglutina ante la tele y permanecen callados como en misa ante las palabras borbónicas, ésa es Cataluña. Incluso hay bares donde repiten durante días en pantalla grande las mejores jugadas, como los goles del Barca. También es posible que haya influido el hecho de que se haya dejado barba.

Al parecer, una de las razones por las que la audiencia ha bajado hasta su mínimo histórico es que el discurso fue emitido a través de 25 cadenas. Llegan a sacar también una versión en dibujos animados y quizá no lo hubiera visto ni Jaime Peñafiel. Paul Groussac se lamentaba porque el hecho de publicar el libro de un colega escritor podía haber supuesto un serio obstáculo para su difusión. De cualquier modo, tiene mucho mérito conseguir el peor registro de audiencia de los últimos 18 años dando la misma matraca en 25 cadenas a la vez. No hay más remedio que reconocer que este rey ha conseguido poner de acuerdo a casi todos los españoles al menos en una cosa: la decisión inquebrantable de ir cambiando de canal hasta encontrar uno republicano. Mi sobrino Jaime logró dar con uno protagonizado por ardillas disléxicas y monigotes tóxicos, algo bastante surrealista, pero no tanto como el discurso del rey.

Probablemente la fórmula se haya anquilosado, habría que probar variaciones, algo en plan más tradicional, como que el rey salga con una zambomba cantando villancicos o cantando números del bingo. Al fin y al cabo, una de las primeras visitas que tuvo el niño Jesús en el portal de Belén fue la de los tres reyes magos, todo un clásico navideño. Los evangelios no dicen ni que fueran tres ni que fueran reyes, pero lo de magos es casi seguro. Lo más efectivo sería organizar un concurso para encontrar diez diferencias entre el discurso de este año y el de todos los años anteriores y luego sortear un yate obsoleto entre los ganadores. Puede que bastara con encontrar dos diferencias.

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