Punto de Fisión

Ayuso en el mundo al revés

Ayuso en el mundo al revés
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso saluda al director de la Oficina del Español, Toni Cantó durante la presentación de Hispanidad 2022, este miércoles en la Real Casa de Correos, en Madrid. EFE/ Emilio Naranjo

Últimamente, cada vez que pienso en Ayuso, me da por acordarme de cosas de mi infancia, no sé, juegos infantiles trasnochados y terriblemente bestias, pollitos de colores, petardos capaces de arrancarte un dedo, trastadas de mal gusto y una cohorte de dibujos animados políticamente incorrectos que hoy no dejarían emitir en ninguna programación decente. Leo una noticia sobre Ayuso y me imagino a sus votantes dando botes desaforados como el Pájaro Loco o mirando el periódico con la jeta de infinita resignación del Coyote un segundo antes de que le vuelen el hocico con un barreno de dinamita marca ACME. Pero el votante de Ayuso es tenaz lo mismo que el Coyote y siempre acaba por resucitar de entre sus escombros, así muera ante la puerta de un centro de urgencias cerrado a cal y canto o agonice en una residencia de ancianos.

Con lo de las becas para millonarios, sin embargo, Ayuso me ha traído a la cabeza casi íntegra la letra de una canción que cantábamos de niños, una canción que hablaba de un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos, una bruja hermosa y un pirata honrado. A fuerza de evocar sus estrofas en largos viajes de autobús o jugando al corro, creía que se trataba de una letra anónima, pero al consultarlo en internet he visto que es un poema de José Agustín Goytisolo al que puso música Paco Ibáñez. "Todas estas cosas / había una vez / cuando yo soñaba / un mundo al revés".

Un mundo al revés, efectivamente, es el que está construyendo Ayuso en Madrid, un mundo patas arriba donde la libertad consiste en tomar cañas, en chapar centros de salud y abrir terrazas, y en proporcionarle becas a familias pudientes para que sus vástagos puedan ir al Liceo o al Colegio Alemán en una limusina con cargo a todos los contribuyentes madrileños. Hace sólo unos meses, la inefable presidenta de la Comunidad aseguraba que el sistema no podía permitirse el lujo de "regalarle a todo el mundo la educación", un regalo que, por lo visto, ella guardaba para hijos de pijus magnificus, aspirantes a marqueses y pobres niños ricos en general.

Creíamos que las becas eran para ayudar a las familias pobres, a los estudiantes más necesitados, pero en esto, como en tantas otras cosas, no tenemos en cuenta la visión neoliberal del PP, la misma que inauguró en Castellón un aeropuerto sin aviones, ya que, como decía Carlos Fabra, no habíamos entendido nada y se trataba de un aeropuerto para personas, para que quien lo deseara pudiera caminar por las pistas de aterrizaje sin miedo a que lo aplastara un Airbus o un Boeing 747. Feijóo, Gamarra, Almeida y otros pesos pesados del PP han apoyado sin fisuras esta medida antitética en que se destina un chorro de dinero público para regar los jardines privados de los alumnos más acaudalados, no vaya a ser que al chaval le falte para agenciarse un Rolex y tenga que dedicarse a pegar un palo a lo comisionista gracias a los contactos de papá.

Ahora se entiende cristalinamente el galimatías económico de Feijóo hace unos días: "En un país que tiene como objetivo fundamental crear riqueza, hay gente que su objetivo fundamental es acabar con la riqueza. Acabar con los ricos. Yo creo que el objetivo fundamental es acabar con la pobreza. Si no acabamos con la pobreza, repartiendo la riqueza, es absurdo acabar con la riqueza para hacernos más pobres a todos". Robar a los pobres para dárselo a los ricos. Más claro, agua del grifo.

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