Punto de Fisión

Ayuso, ilustre de qué

Ayuso, ilustre de qué
Protestas ante la facultad de Ciencias de la Información de Universidad Complutense (UCM), donde la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que cursó allí su carrera de periodismo, recibe este martes un reconocimiento como alumna ilustre, un homenaje que se produce entre medidas de seguridad ante el rechazo que ha despertado que le otorguen este premio. EFE/ Eduardo Oyana

"He dado siete años de mi vida a esta universidad", dijo Ayuso como respuesta a la polémica que cuestionaba su nombramiento como "alumna ilustre" en la Complutense. Quienes malgastamos la juventud intentando sacar un título sabemos muy bien que donde se entregan los mejores esfuerzos no es en las aulas ni en la biblioteca sino en el césped. La de litronas que habremos consumido mis compañeros de Filología Hispánica y yo elucidando la verdadera autoría del Lazarillo de Tormes. Precisamente, uno de los motivos del honor concedido a Ayuso es que tardara siete años en concluir una carrera, la de Periodismo, que la mayoría de los alumnos resuelve en cinco.

Es tal la brillantez de los estudios universitarios de la presidenta que su currículum cuenta con nueve o diez versiones diferentes. Su gran momento llegó cuando Esperanza Aguirre le encargó la gestión de la cuenta de Twitter de su perro, Pecas, con la que Ayuso bien podría haber fundado una cátedra de Zoología Avanzada y otra de Lingüística Más Avanzada Todavía. Había tanta compenetración entre ambos -con ladridos que pretendían pasar por onomatopeyas y onomatopeyas que pretendían pasar por ladridos- que cuando Pecas murió era como si siguiera vivo.

De todos es sabido (o debería serlo) el amor que profesa la presidenta a la cultura: Madrid no sólo es una de las comunidades autónomas que menos dinero invierte en investigación -pese a contar con el mayor presupuesto de todas- sino que las seis universidades públicas en funcionamiento se hallan en situación de quiebra técnica. Ayuso no sólo privilegia y subvenciona las universidades privadas, sino que ha aprobado centros como el ESNE (la Escuela Universitaria de Diseño y Tecnología, apadrinada por Gallardón y Leguina) que incumplen los parámetros de calidad del ministerio de Universidades. De algún modo había que reprocharle esa paciente labor de demolición pública y las autoridades de la Complutense no encontraron ultraje más vistoso que nombrarla "alumna ilustre" de la universidad, para que se chinche.

El problema es que las mentes preclaras que dirigen la Complutense han hilado este ejemplo de ironía demasiado fino, hasta el punto de que tanto Ayuso como los estudiantes y profesores que protestaban por el nombramiento se lo han tomado en serio. Las pancartas y los abucheos a las puertas de la Facultad de Ciencias de la Información eran tremebundos: parecía que la información fuese una ciencia y todo. Entre otros muchos logros, le recordaban a la presidenta los más de seis mil ancianos muertos en las residencias gracias al protocolo decretado desde la Comunidad de Madrid, como si estuvieran en la Facultad de Medicina. Elisa María Lozano, la estudiante con el expediente más alto de la promoción de Grado de Comunicación Audiovisual, se lamentaba de un nombramiento que deja el nombre de la Complutense por los suelos. Afortunadamente, en la entrada al recinto universitario había cordones policiales para filtrar con buen criterio a detractores y admiradores, y evitar que acudiesen más revoltosos de los que no habían entendido el chiste. Tal vez deberían haber nombrado "alumno ilustre post mortem" a Pecas para disipar malentendidos.

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