Punto de Fisión

Sumar ceros a la izquierda

Sumar ceros a la izquierda
Acto de Yolanda Díaz.- EUROPA PRESS

Unos días atrás, Alberto Garzón advertía que Sumar no es ni debe ser una suma de partidos, sino "un instrumento popular donde los partidos debemos contribuir con humildad y con nuestro propio bagaje". Dicho así, con esta audaz metáfora de carpintero, no queda claro si ese instrumento popular es un destornillador, un serrucho, una espátula o una llave inglesa. Cualquier utensilio, al parecer, salvo una hoz o un martillo. Corren malos tiempos para el marxismo, pese a que los análisis de Marx sobre las desigualdades sociales y económicas y la injusticia esencial del capitalismo siguen vigentes casi dos siglos después de publicados. Por eso la estrategia de buena parte de la izquierda española consiste en arrimarse lo más a la derecha posible y la mejor herramienta para el diálogo una navaja o unas tijeras.

En el momento de lanzar la plataforma Sumar, hace cosa de un año, Yolanda Díaz aseguraba que se trataba de un proyecto que pretendía "organizar la esperanza para que un nuevo país se abra paso". Entonces daba la impresión de que se refería a España: ahora ya no hay duda de que estaba hablando del periódico. Reclamar la unidad de las izquierdas al mismo tiempo que se rechaza un acuerdo para acudir a las elecciones generales con Podemos e IU puede sonar contradictorio, sí, pero se trata de la vieja receta de la izquierda española para abrirse las tripas en canal en un vistoso harakiri y que luego el PSOE remate la faena con una decapitación en vivo. Conviene no olvidar que el sepukku, el suicidio ritual de los samurais, no está completo hasta que la cabeza rueda por el suelo. Felipe González acabó con una cara de japonés que no podía con ella y a Pedro Sánchez cada vez se le afilan más los párpados.

A la ministra de Trabajo se le atribuyen algunos de los logros más importantes en avances sociales, olvidando, por ejemplo, que la primera gran subida del sueldo mínimo, de 736 a 900 euros, fue fruto de un acuerdo entre PSOE y Podemos firmado en 2019. Aparte del desastre electoral que amamantó en Andalucía y de su mutis por el foro al abandonar a Irene Montero e Ione Belarra en el debate sobre la Ley del sólo sí es sí, también suele olvidarse que fue Pablo Iglesias quien incluyó a Yolanda Díaz en el gobierno de coalición, a pesar de la oposición frontal de IU, y que Iglesias la designó sucesora en el momento de abandonar el cargo de vicepresidente. Más clamoroso fue el olvido de la propia Díaz cuando proclamó que en la democracia española florecieron cuatro grandes proyectos de país: el de Suárez, el de González, el de Aznar y el de Zapatero. No está muy claro porque no mencionó el de Sánchez, quizá por modestia, quizá por no darle ni un sorbo de agua a Podemos, quizá porque se trata de lo más parecido a un gobierno de izquierdas que ha habido en España en un siglo.

En su paciente labor de atribuirse todos los éxitos arrinconando a sus colegas podemitas, este fin de semana en Sevilla ha llegado al extremo de calcar palabra por palabra un discurso que Pablo Iglesias pronunció en el Reina Sofía cuatro años atrás. Habla de sumar tradiciones diferentes, de aspirar a cambiar el país, de la obligación de caminar juntos cuando se coincide en el 90% del programa político. Para ser Iglesias, sólo le faltaba ponerse barba postiza, como en la famosa secuencia de La vida de Brian, porque la coleta ya la llevaba. Lo malo es que la izquierda y La vida de Brian siempre repiten la diáspora de los partidos rebeldes en el circo romano y que la secuencia de las barbas concluye con una lapidación en toda regla. Entre Errejón y Díaz, menudo ojo tiene Pablo Iglesias para elegir apóstoles.

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