Punto de Fisión

Feijóo lo intenta a lo Quijote

El presidente del Partido Popular y candidato a la presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo, durante la reunión de la Junta Directiva Nacional del Partido Popular tras las elecciones generales del 23J, en la sede del PP. E.P./Fernando Sánchez
El presidente del Partido Popular y candidato a la presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo, durante la reunión de la Junta Directiva Nacional del Partido Popular tras las elecciones generales del 23J, en la sede del PP. E.P./Fernando Sánchez

A Feijóo hay que explicarle las cosas despacio, porque se ve que le cuesta pillarlas y aun así no es seguro que las pille. Por ejemplo, todavía no ha entendido que el PP no llegó a revalorizar las pensiones, pese a que una periodista le desgranó las cuentas minuciosamente en su propia cara. Feijóo miraba a todas partes, esperando que de algún rincón del plató salieran Trancas y Barrancas a decirle que todo era una broma. Fue muy triste, sí, pero también muy gracioso, una combinación típica suya. Faltó que Silvia Intxaurrondo llamara a Coco y al Conde Draco para echarle una mano con la clase de matemáticas, porque Feijóo seguía empecinado en esa realidad alternativa donde la verdad se juega a los chinos y lo que él dice va a misa.

Con su capacidad para la ficción y su inventiva inagotable, Feijóo bien podía haber sido novelista, pero prefirió transformarse en personaje, que es mucho más divertido. Escribir, además, es un coñazo, lo digo por experiencia. La novela de Feijóo empezó en Galicia y, por lo que se ve, va a terminar en Galicia, pese a que le habían diseñado un borrador donde llegaba a presidente del gobierno. De haber protagonizado el Quijote en lugar de su propia biografía, Feijóo habría enloquecido leyendo informes y pronósticos electorales hasta creerse ganador de los comicios y salir por esos caminos de Dios a recabar apoyos imaginarios acompañado de Cuca Gamarra. El caballo no, pero el burro lo llevan puesto. Al igual que Sancho Panza, Gamarra, que es muy Cuca, unas veces le da la razón y otras veces se la quita, con lo cual no queda claro si lo de allá enfrente son molinos de viento constitucionales o gigantes filoetarras. En el mundo de fantasía de Feijóo pueden ser ambas cosas a la vez, lo mismo que se puede estar a la vez con Vox y sin Vox o perder unas elecciones después de ganarlas.

Sin embargo, esta comparación con don Quijote carece de recorrido, ya que a Alonso Quijano se le secó la sesera de tanto leer libros, un riesgo que Feijóo no corre en modo alguno. Por no leer, no leía ni los periódicos donde sacaban un día sí y otro también a su querido amigo Marcial Dorado en los titulares de noticias sobre narcotráfico. En esto también se ha exagerado mucho. Vale que dormía en su casa y que la mujer de Dorado le hacía el desayuno, pero si ni siquiera le felicitaba por lo bien que le iban los negocios, metiendo coca en Europa a toneladas, tan amigos no serían.

Entre la mucha literatura que Feijóo no ha leído también destaca, aparte de la tabla de multiplicar, la Constitución española, especialmente los artículos dedicados al sistema electoral, al proceso de investidura y a la composición del Congreso de los Diputados. Cualquier día descubrimos que las gafas las lleva de adorno. Sigue dando la brasa con lo de que ha ganado los comicios y no le dejan gobernar, sin caer en la cuenta de que Ayuso, Almeida, Arenas o Moreno Bonilla, entre muchos otros, alcanzaron el poder sin ser la lista más votada, a base de pactos de gobierno con otras formaciones políticas. En un mensaje digno de recibir ayuda psiquiátrica asegura que, como vencedor de las elecciones, su deber es escuchar al resto de los partidos. El problema, precisamente, es que no escucha el silencio atronador con que se reciben sus lloriqueos, por no hablar de la befa y la mofa. En la frase más misteriosa del Quijote, Alonso Quijano dice al regresar a su pueblo después de una paliza: "Yo sé quién soy". Feijóo, pobre hombre, no sabe ni eso.

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