Punto de Fisión

Daniel Sancho, el asesino irresistible

Daniel Sancho es escoltado por la Policía tailandesa al Juzgado, en la isla de Koh Phangan a 7 de agosto de 2023.- Somkeat Ruksaman / EFE / EPA
Daniel Sancho es escoltado por la Policía tailandesa al Juzgado, en la isla de Koh Phangan a 7 de agosto de 2023.- Somkeat Ruksaman / EFE / EPA

Las vacaciones de verano se inventaron (es un decir) porque en verano difícilmente se puede hacer otra cosa. No digamos ya en estos tiempos donde un termómetro abre los telediarios y la meteorología sustituye al fútbol. Siempre atenta a la labor de prensar, la prensa agradece cualquier noticia que dé un reposo al hombre del tiempo, aunque sea una muerte de fogueo como la de José Luis Perales el otro día. Que no se estaba muriendo, sólo estaba descansando en Londres y a alguien se le fue la mano con la descripción de la siesta.

Mucho mejor que la defunción marcha atrás de un cantante es un asesinato en Tailandia, un asesinato que cuenta con todos los ingredientes necesarios con los que fascinar al periodismo patrio: un chico guapo hijo de un actor famoso y además metido a cocinero; un cirujano colombiano en el papel de víctima; un romance homosexual, interracial e interprofesional entre ambos; un descuartizamiento con vistas a una playa del Índico. No había manera de resistirse a la belleza del chaval ni a esa precaución que le llevó a comprar un juego de cuchillos y un montón de bolsas de plástico por si se torcía la historia de amor y empezaban las desavenencias.

Gracias a todas esas circunstancias, el torso helénico de Daniel Sancho ha usurpado las portadas de la prensa rosa, desbancando a las regatas monárquicas y al descalabro amoroso de Rosalía. No sólo eso, sino que mientras docenas de reporteros y corresponsales viajan a Tailandia a informar en directo sobre el estado de salud de Dani, las condiciones lamentables de la cárcel en que retienen a Dani, lo cachas que está Dani y lo bien que le sienta el bronceado a Dani, también el embajador de Tailandia ha ofrecido su ayuda a Dani. El trabajo de ese periodismo Barbie justificando el homicidio ha volcado la simpatía no hacia la víctima sino hacia su atractivo carnicero, hasta el punto de que Salvador Sostres le ha dedicado una de esas columnas suyas que son para recoger en una bolsa y tirarlas a una papelera.

Todo ese cariño, esa atención mediática, literaria y diplomática por un asesino confeso contrasta con la absoluta falta de información que sufren otros ciudadanos españoles víctimas de la Justicia en el extranjero, pero que no son tan guapos ni tan hijos ni tan homicidas. Por ejemplo, Pablo González, prisionero en Polonia desde hace casi dos años, acusado de espionaje sin que en todo este tiempo las autoridades polacas hayan aportado cargos ni pruebas en su contra. El silencio de los medios españoles acerca de este caso sólo es comparable a la desvergüenza del ministro de Exteriores, José Luis Albares, quien dijo que los hechos de los que se le acusan son muy graves, aunque no especificó si por ser calvo o por llevar barba.


Por ejemplo, Fernando Osuna, patrón de un pesquero español que está retenido desde mediados de julio en Mauritania, en condiciones infrahumanas, sin derecho a un abogado, acusado de haber provocado un accidente en el que desaparecieron cuatro marineros mauritanos. Tampoco es una noticia que haya movilizado a la prensa Barbie ni al periodismo Oppenheimer, quizá porque un periodista o un pescador carecen del glamour de un homicida con toda la pinta de desayunar a las seis de la tarde en Ibiza. Acostumbrados a blanquear fascistas, homófobos, racistas y machistas, los medios españoles no podían dejar pasar la ocasión de frotar la bayeta. Con su empeño se entiende mejor la fascinación de esas jovencitas que le pedían matrimonio a Peter Kürten, el Vampiro de Dusseldorf, pese a que violó y estranguló al menos a nueve mujeres, o las que le escribían cartas de amor a Ted Bundy mientras aguardaba en el corredor de la muerte por el asesinato de 36 víctimas. Hay periodistas en España que le preguntarían a Hannibal Lecter por sus recetas de cocina.

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