Punto de Fisión

Borja Sémper, el poeta

Borja Sémper, el poeta
El portavoz del PP y vicesecretario de Cultura y Sociedad Abierta, Borja Sémper.- Carlos Luján / Europa Press

En materia de bajeza moral y aprovechamiento político se puede esperar cualquier cosa del PP. Desde aquel infame jueves del 11-M, jornada del peor atentado terrorista en la historia de Europa, cruzaron todas las líneas rojas habidas y por haber, intentando llevarse al huerto de las elecciones del domingo 14 de marzo toda una terrorífica cosecha de sangre. 193 muertos, miles de heridos, la capital reventada de arriba abajo, el país entero en estado de shock y aquella misma mañana a Jose María Aznar no se le ocurrió otra cosa que afirmar que se trataba de un atentado de ETA. Consiguió una edición extra de El País aquella misma tarde, con una vistosa portada, Matanza de ETA en Madrid, adornada con varias informaciones y columnas de opinión, todas ellas más falsas que la contabilidad de Génova 13.

Varios años después, el entonces comisario y jefe de los Tedax, Juan Jesús Sánchez Manzano, reveló que el Gobierno de Aznar le pidió que asumiera su mentira sobre el 11-M. No sólo jamás pidieron perdón por ello, ni se arrepintieron un segundo, sino que cambiaron de tercio y continuaron la corrida inventándose y sosteniendo confusas teorías conspiranoicas en las que intentaban meter al PSOE y a Zapatero, de cómplices a ser posible. A día de hoy, muchos años después de la investigación, el juicio y la sentencia, todavía hay ciudadanos de a pie, locutores de radio, periodistas, directores de periódico y hasta ex presidentes del gobierno que siguen emperrados en que el 11-M fue cosa de la ETA. Es muy jodido digerir que esos miles de familias mutiladas eran el único resultado de los enormes beneficios que, según Jose Mari, íbamos a llevarnos por nuestra participación grotesca, inmoral y gratuita en la guerra de Irak. Ese fue el precio de la puta foto de Las Azores.

Una vez lanzados por el barranco de la ignominia, poniendo pegatinas en los ataúdes y bañándose con la sangre de víctimas inocentes, el PP ha seguido su alegre caída cuesta abajo sin desperdiciar una sola ocasión de hundirse más aun en la miseria. Han utilizado a ETA como bombo mediático durante toda la legislatura de Pedro Sánchez (cuando ETA lleva ya años disecada en el Museo de los Horrores), llegando al extremo de acuñar un lema electoral ("Que te vote Txapote") que da una idea de la catadura ética y estética que reina por doquier en la derecha española. Incluso algunos familiares de víctimas del terrorismo etarra les rogaron que, por favor, no cayeran tan bajo, que dejaran de pescar votos con el dolor de sus muertos. Pero qué se puede esperar de una gente que utilizó el nombre sagrado de Miguel Ángel Blanco (la Fundación que montaron en homenaje al joven concejal de Ermua secuestrado y asesinado por ETA) para desviar dinero a empresas vinculadas a la trama Gürtel y maquillar gastos de campaña.

Después de la hostia que se llevaron en las pasadas elecciones, cualquier observador atento pensaría que habían aprendido la lección y se cortarían un pelo a la hora de intentar ordeñar la teta de una desgracia, pero qué va. Apenas se habían enfriado los cadáveres de los cientos de muertos sembrados por el salvaje ataque de Hamás, y todavía humeaban las explosiones de los no menos salvajes bombardeos de represalia israelíes sobre Gaza, cuando Borja Sémper se plantó ante un micrófono y se dispuso a declarar que Pedro Sánchez anda en cercanía ideológica y política con el entorno de Hamás y que medio gobierno justifica el ataque terrorista. Hasta hace poco, muchos pensábamos que Borja Sémper era uno de los intelectuales del PP, el moderado, el poeta que escribía versos en los ratos libres que le dejaban las proclamas políticas. Teníamos que haber visto venir que un tipo que titula un libro Sin complejos, efectivamente no tiene ninguno.

Tras su fugaz retirada de los ruedos, Borja debía ponerse a tono con el circo de tres pistas inaugurado por Mariano y continuado con increíble éxito por sus sucesores. Debía bajar el listón intelectual y sintonizar con las payasadas indescifrables de Feijóo, una operación en la que presentó la campaña electoral de su partido en una playa de Madrid, a 500 kilómetros del mar, rodeado de sombrillas azules, un mar de plástico azul y arena de la última obra perpetrada por el ayuntamiento. Ese Verano Azul fue el momento en el que Borja renunció a la poesía y abrazó decididamente la falsedad, la bufonada, el simulacro. Le faltaba dimitir también de la ética, abdicar de la moderación y revolcarse definitivamente en la mierda rebañando los últimos muertos de la guerra inmemorial entre Israel y Palestina.

Más Noticias